Severo Sarduy

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El émbolo brillante...

Omítemela más...

Aunque ungiste el umbral...

Corta, Changó...

Isabel La Católica

 

El émbolo brillante y engrasado
embiste jubiloso la ranura
y derrama su blanca quemadura
más abrasante cuanto más pausado.
Un testigo fugaz y disfrazado
ensaliva y escruta la abertura
que el volumen dilata y que sutura
su propia lava. Y en el ovalado
mercurio tangencial sobre la alfombra
(la torre, embadurnada penetrando,
chorreando de su miel, saliendo, entrando)
descifra el ideograma de la sombra:
el pensamiento es ilusión: templando
viene despacio la que no se nombra.

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Omítemela más que lo omitido
cuando alcanza y define su aporía,
enciende en el reverso de su día
un planeta en la noche del sentido.
A pulso no: que no disfruta herido,
por flecha berniniana o por manía
de brusquedad, el templo humedecido
(de Venus, el segundo). Ya algún día
lubricantes o medios naturales
pondrás entre los bordes con taimada
prudencia, o con cautela ensalivada
que atenúen la quema de tu entrada:
pues de amor y de ardor en los anales
de la historia la nupcia está cifrada.

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Aunque ungiste el umbral y ensalivaste
no pudo penetrar, lamida y suave,
ni siquiera calar tan vasta nave,
por su volumen como por su lastre.
Burlada mi cautela y en contraste
_linimentos, pudores ni cuidados_
con exiguos anales olvidados
de golpe y sin aviso te adentraste.
Nunca más tolerancia ni acogida
hallará en mí tan solapada inerte
que a placeres antípodas convida
y en rigores simétricos se invierte:
muerte que forma parte de la vida.
Vida que forma parte de la muerte.

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Corta, Changó con tu espada
el alcohol, y haz que ese río
crecido, no bien vacío,
vuelva a su cauce y, saciada
tanta sed, halle morada
el nadador a la orilla
de tu fuente y en tu arcilla.
Que la sangre que consagras
dé su fuerza a las bisagras
del puño y de la rodilla.

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Isabel La Católica
El coro de sopranos pintarrajeados
entona tu loa:

"Te comiste un Zohar
te comiste un Corán."
Y de tu mano de azogue
bendijiste las cabezas cortadas con tu mano de azufre
y plantaste jazmines en ellas.
Te goteaba la rodilla de San Ignacio,
diste el zapatazo de Santa Teresa.
Te retorciste toda, te rompiste los huesos,
pintada de oro, incrustada tu piel de joyas diminutas
para formar la inicial de un evangelio.
Saltaban a tu alrededor
_cofias de ojillos verdosos_
tus hidrocéfalos, tus mongoles,
tus negros y eunucos:

"Te comiste un Zohar
te comiste un Corán."

Que ardas per secula seculorum,
con tus biblias y tus brújulas.

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