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Sinesio Delgado

Miniatura

Consolatrix aflictorum

La costurera

Sin recursos

MINIATURA

 No tengas celillos de nadie, morena,

que más que por guapa te quiero por buena,

y amor que en tan firme cimiento se basa

tendrá sus eclipses, mas nunca se pasa...

Es cierto que a ratos atrae la hermosura,

que excita pasiones fugaces, ligeras,

 brindando placeres; pero eso... ¡si vieras

lo poco que dura!

El seno turgente, la tez de alabastro,

los ojos que lanzan miradas de fuego

fascinan, marean, distraen ... ; pero luego,

calmadas las ansias, no dejan ni rastro.

Y en cambio, las grandes bellezas del alma

se adoran por siempre, se gozan con calma...  

¡No dudes! No llores, no pienses con pena

que habré de olvidarte... ¡Te quiero por buena!

 

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CONSOLATRIX AFLICTORUM

 ¡Vive Juan, y recobra tu alegría,

y malgasta el dinero, si lo tienes,

pasando  el santo día

 metido en aventuras y belenes!

¿A qué viene esa estúpida tristeza?

Al mundo se le vence con audacia.

¿Por qué se te ha metido en la cabeza

que se goza la gente en tu desgracia?

¿Que tu mujer ha sido

como fueron millares de mujeres,

y faltó a sus  deberes,

 y se jugó el honor y lo ha perdido?

Su honor, ¡pero no el tuyo!

Si una persona extra, indiferente,

que acoges en tu casa casualmente,

derrocha lo que es suyo,

¿por eso serás tú menos decente?

cogiste a la infame compañera

y la echaste al arroyo, como un trapo

que no puede limpiar la lavandera ...

¿Qué te importa que ella haga lo que quiera?

¿Por qué ha de ser tu esposa ese guiñapo?

 

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LA COSTURERA

Yo me llamo Pilar, tengo veinte años,

me han dicho muchas veces que soy linda,

y vivo en sotabanco, a tal altura

que lo queda el cielo más arriba.

Me paso alegremente la existencia

cosiendo calzoncillos y camisas ... ,

monótona labor que me produce

 de seis a siete reales cada día.

No como nunca carne: ¡está tan cara!;

no tengo más que un traje de lanilla,

ni quiero más amor que el del trabajo,

que el día que me falta me fastidia.

Cuando, muerta de frío, por la noche,

a la luz vacilante y mortecina

de la vela de seno que me alumbra,

 puedo ver la tarea concluida

y me meto en la cama, comparable

a los chorros del oro por lo limpia,

 tomo un vaso de leche adulterada,

que es todo mi regalo y mi delicia,

y durmiendo tranquila y satisfecha

disfruto un sueño igual al que tendrían

los ángeles que cantan en la gloria,

única vecindad que tengo encima.

* * *

Hace unas cuantas noches, cuando salgo

 de entregar la labor, junto a la esquina

me asalta un caballero respetable

por su cabello blanco y sus patillas.

Me habla de muchas cosas, de pendientes

 y chales y vestidos y sortijas,

y dice que es tan fácil adquirirtos

que los puedo tener cuando los pida .

  ¡Miserable canalla! ¡ Quiere, en cambio

de esas joyas y galas que me brinda,

 que abandone este ajuar, que representa

un capital de insomnios y fatigas,

y el sublime placer, el santo orgullo

que siento al concluir cada camisa,

y el sagrado recuerdo de mi madre,

que al verme honrada se murió tranquila!

 

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SIN RECURSOS

¡Mal haya, amén! ¡Mal haya

la inquieta vida,

siempre agitada, siempre

comprometida,

que agosta los afectos

y las pasiones

y mata a desengaños

las ilusiones!

¡Mal haya el que batalla

constantemente

y ante el destino nunca

dobla la frente!

Porque, aunque al fin y al cabo

venza al destino,

se habrá dejado el alma

por el camino!

Puede ver sus desdichas

indiferente;

puede fingir si sabe

que no las siente;

puede tomar un baño

de escepticismo,

siempre sereno y firme,

siempre lo mismo...

 Pero si se presentan

las ocasiones

en que hacen tanta falta

las oraciones,

 cuando se necesita

pedir paciencia,

¡la qué sólo concede

la Providencial,

la plegaria en los labios

tiene un tropiezo:

que a la ingrata memoria

no acude el rezo. Y en el terrible trance

de la agonía

lo se dice: "¡Ay, Virgen!

¡Virgen María!"

* * *

Velando a mi pequeño,

que está en la cama

con fiebre abrasadora

como la llama,

mindome en sus ojos

adormecidos,

partndoseme el alma

con sus quejidos...,

 ¡toda mi fortaleza

se viene abajo,

aunque costó adquirirla

tanto trabajo!

Pienso que tal suplicio

se trocaría

en resignada y tierna

melancoa

si yo rezara mucho,

¡mucho y de veras!,

encontrando esas frases

 dulces, sinceras,

que arriba repercuten

en lontananza,

trayendo el lenitivo

de la esperanza ...

Pero ¡ay! que en la pelea

 no interrumpida

se pierden los recuerdos,

todo se olvida,

y aunque a Dios pido auxilio

 como cristiano,

como no rezo ... creo

que pido en vano.

Quiero junto al pequeño

 pasar las horas

murmurando plegarias

conmovedoras,

y repito con terca

monotonía:

"¡Salva a mi niño, Virgen!

¡Virgen María!"

 

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