Se adelanta mi alma a los umbrales |
Dejé mi alforja sin llenar, perdida sobre el guijarro oscuro, la llave del placer, la inocua danza. Cayó sin destruirme la inquieta soledad de los que esperan, la dulce plenitud de los que alcanzan. Volví hacia ti, momento de la noche, lluvia de luz, tamiz de los cristales la aguda sinrazón de mi delirio. Volví a tocar, rozando suavemente la escondida belleza conseguida.
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baja en tropel la escalera. Van quedando limpios los desvanes. Los inocentes abundan más que los niños. Inocentes terribles. Inocentes callados, y dolorosos, muertos. Yo no soy uno de ellos. Ser un testigo es poco valimiento. Tener remansos es una vergüenza. "Todo animal se busca su cobijo". Algo más que animal. Pero no es cueva ni cobijo, ni choza, ni bastaría celda. Ni la palabra basta, nunca basta frente al pedazo celular inerte. Justicia y sinrazón pasan de vuelo.
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Recorro el parloteo de las hojas, pestañeante lluvia en flor de harina que me abre en perspectiva repentina la morada real en que te alojas. Me invitas, y me siento entre las rojas paredes de tu estancia masculina donde en el ajedrez de tu retina se juega el batallar de mis congojas. Se juega, y no descansa de azotarme la certidumbre de saberte herido, ya muerto en el ayer de mi mañana. Caballero en tu alfil, vienes a darme la vuelta al manuscrito del olvido porque es ya despertar, hora temprana. (De En ese oscuro cielo.) |