Sol Acín

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Antes del alba

Dejé mi alforja sin llenar...

La Mitología...

Recorro el parloteo de las hojas...

ANTES DEL ALBA

Se adelanta mi alma a los umbrales
del mundo por nacer
detenido en los brazos de la muerte.
Salgo despacio, y entro
por el jardín dormido,
petrificado en formas repetidas.
La savia silenciosa que en ti corre
liberó su color, pronto, en la noche
cuando las cosas sueltan su armonía.
La caliente llamita
que iluminó tu paso por las horas
se ha dejado su luz, quieta, en la noche.
Los destinos concretos
de tus ardientes manos _hojas, frutos,
serenidad presente en los troncos_
detuvieron su andar, libre de ritmo.
Me han dicho que está el alba
más allá del jardín.
La esperaré en silencio todavía.

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 Dejé mi alforja sin llenar, perdida

sobre el guijarro oscuro,

la llave del placer, la inocua danza.

Cayó sin destruirme

la inquieta soledad de los que esperan,

la dulce plenitud de los que alcanzan.

Volví hacia ti, momento de la noche,

lluvia de luz, tamiz de los cristales

la aguda sinrazón de mi delirio.

Volví a tocar, rozando suavemente

la escondida belleza conseguida.

 

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La Mitología

baja en tropel la escalera.

Van quedando limpios los desvanes.

Los inocentes abundan más que los niños.

Inocentes terribles.

Inocentes callados, y dolorosos, muertos.

Yo no soy uno de ellos.

Ser un testigo es poco valimiento.

Tener remansos es una vergüenza.

"Todo animal se busca su cobijo".

Algo más que animal. Pero no es cueva

ni cobijo, ni choza,

ni bastaría celda.

Ni la palabra basta, nunca basta

frente al pedazo celular inerte.

Justicia y sinrazón pasan de vuelo.

 

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Recorro el parloteo de las hojas,

pestañeante lluvia en flor de harina

que me abre en perspectiva repentina

la morada real en que te alojas.

Me invitas, y me siento entre las rojas

paredes de tu estancia masculina

donde en el ajedrez de tu retina

se juega el batallar de mis congojas.

Se juega, y no descansa de azotarme

la certidumbre de saberte herido,

ya muerto en el ayer de mi mañana.

Caballero en tu alfil, vienes a darme

la vuelta al manuscrito del olvido

porque es ya despertar, hora temprana.

 (De En ese oscuro cielo.)

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