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Sonia San Román

¿De qué me quejo?

Familia

I'm loving me

¿DE QUÉ ME QUEJO?
si estoy aquí metida
porque quiero estar dentro?
Porque quiero que la marea
del mundo en que morimos
me arrastre con vosotros,
compañeros de fatigas,
hermanos de sangre con colesterol..
Quiero encontraros cada tarde
empujando el carro de Eroski,
con los niños dentro
saltando y rompiendo
el cartón de huevos,
mientras habláis por el móvil
con vuestra cuñada
para organizar el cumpleaños
del abuelo.
No me siento sola
entre vuestro ruido.
Vuestro barullo
me acompaña a cada rato,
vuestros problemas,
vuestros sinsabores,
vuestras deudas con el banco,
vuestras agonías.
Quizás porque son las mías
y os observo y sonrío
y compro la misma camiseta
que vosotras, a 2,90,-€, en Zara
y me tomo la misma caña,
con patatas fritas, que vosotros
y, a veces, hasta nos ponemos
la zancadilla
y nos odiamos como lobos.
Pero, ¡qué sé yo!,
os necesito, manada,
aunque la marea nos lleve,
como a las ballenas,
directos al suicidio colectivo.

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FAMILIA
                                                 
Unhappiness, where’s when I was young and we didn’t give a damn.
                                                                                                            The Cranberries


Tu abuela se ha puesto enferma
en su pueblo del norte.
Tu madre cuida de ella,
la acuesta temprano
y se lamenta de su soledad en la cocina.
El abuelo mira en la tele del salón
la programación en euskera
pero él piensa en la Guerra Civil,
en sus hermanos
y en su pueblo extremeño
donde la vida le obligó a tomar partido.
De lo que hizo esta mañana, ni se acuerda.
Llueve en la calle.
En invierno el monte de Santa Bárbara
está henchido de un verde intenso
y los caseríos asoman entre la hierba
sus tejados rojos y humeantes.
Pasa el Euskotren
bajo el balcón donde tu madre
recoge unas toallas, aún húmedas,
del tendedero.
Sus ojos se montan en los vagones
y piensa en ti.
Te llama por teléfono,
son las once de la noche
de un lunes de diciembre.

Algo más al sur de aquello
estás viendo la tele mientras yo
preparo nuestro primer árbol de navidad.
Suena tu móvil
y hace vibrar la madera del estante del pasillo
donde lo apoyaste al llegar a casa
después de tu eterno
día de trabajo.
Te alejas, murmuras algo,
tardas un rato y me siento
a esperarte en el sillón
viendo, sin mirar, la tele
repleta de telemierda recién hecha
para no pensar.
Llegas a mí con la mirada oscura
y te sientas a mi lado
bajo la escuálida mantita azul,
obsequio de Yves Rocher
por una compra superior a 20€.
Te veo observar con lástima
las luces tintineantes
del pino de plástico recién estrenado.
Sé que tu pensamiento
anda ahora en lugares más verdes
que el del pseudo abeto que observas.
La amona está mala, dices
contando con los ojos mucho más
que lo que puede verse en tus palabras.
Cojo tu mano bajo la manta
y noto que la presionas con fuerza.
Nos vamos a la cama.
Te acurrucas mirando hacia la puerta,
y yo abrazo tu espalda
para que el peso del día
no se te pueda pegar como un parásito.
Te vas quedando dormido
y la noche cae sobre ti plomiza,
hondamente,
confiando en que mañana,
cuando amanezca,
sea verdad lo que cuentan
y, ciertamente,
sea otro día.

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I’M LOVING ME - II
                                                                                
En el sillón de mi cuarto pienso en ti con mi mano.
                                                                                
Bebe


Me miré las uñas de la mano izquierda.
Estaban largas y bien cuidadas.
Las vi del derecho y del revés.
Observé las lúnulas blanquecinas
asomando bajo la piel
y se me antojaron bocas perfectas,
sonrientes y sensuales
que me miraban todas a un tiempo.
Comencé a acariciar mis dedos
como quien toca una miniatura de vidrio.
Froté las palmas una contra otra
con los dedos abiertos como suaves abanicos.
Bajé a las muñecas, a la zona azulada de venas
donde la piel se vuelve fina y clara,
a los antebrazos, a los codos, al cuello.
Acaricié del lóbulo de la oreja hasta el hombro,
solté mi pelo y metí los dedos en él.
Lo peiné rizando mechones entre el índice
y el corazón.
Lo aparté hacia un lado y toqué mi boca.
Raspé levemente mi labio inferior.
Estaba grueso y húmedo y pasé la lengua por mi dedo.
Con la otra mano sentí mis pechos
redondos y fuertes como frutas sabrosas.
Acaricié mi vientre dibujando espirales en mi ombligo.
Y bajé
y bajé
y bajé más
y más aún,
aún más abajo…
Y subí
y observé las uñas de mi mano derecha.

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