SÉ QUE MI PETICIÓN
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Es la noche de Tanabata pero yo no sé dónde está la orilla del río del cielo. Ni el cielo lo dice. No sé cuál es el puente que nos une y nos separa. Yo no sé qué pasó, la vida no es un lugar seguro. No hay ceremonias, los amantes unidos por un hilo de plata. Sueño con calles en las que estás caminando mientras sueño, al despertar es tarde. Yo no sé qué hacer, el amor es animal. El camino terminaba en un acantilado. Iba un loco en un coche policial, feliz de andar en auto, sentí miedo del dolor, de la química, de las palabras que se quiebran de pronto. Fuera de mí, fuera de mi casa, fuera de todo lo que te ofrecí voy. Pero vuelvo, no creas que pedía más que la intensidad del azul ante el naranja. Yo no sé qué pensar, para qué si no quiero entender, si no hay razones a veces. No sé si creer otra vez en signos que no sé leer en el río del cielo. No sé si buscar el puente, quizá nunca lo hubo. No sé qué decir, acaso te convoco sin saber adónde. No importa, haré una ceremonia incorrecta mirando la luna. Pregunto a tu parte oscura si es cierto que desayunamos juntos. El tiempo pasa, no hay aniversarios. La vida gira bruscamente, yo no vi la señal. Ya no sé si es mejor perder lo que se debe para encontrar, antes me dije estas cosas pero estoy cansada. ¿No hay nada que decir? No hay nada que hacer para desanudar las almas que se aferran a otras almas anudadas a otras almas. ¿No hay parte en el amor que guarde algún recuerdo? de la luz sobre la contingencia. Acaso es un torrente continuo y precisamente por eso. Ya no sé quién sos. No pudimos despedirnos de los muertos. Así sin inhumar el cuerpo de este amor enterrará el próximo amor. Como fui yo el cordero bajo el mismo puñal que habías recibido. Ahora soy quien pregunta al río: el amor es un torrente continuo pero estamos fijos en el horror de no permanecer. Hasta el fuego necesita adherencia, sólo la noche existe aunque nadie la mire. Acaso el puente para dejar en claro: cada uno ocupa un sitio diferente. No era necesario, siempre estamos solos, siempre está a la vista. No te pedía el alma por un pacto, ya no hay pactos, “es la estrategia del demonio hacer creer que ya no existe”. Ya no sé si creer en las palabras, es la noche de Tanabata y no lo sabés, no leímos los mismos libros. No sé el lugar que no conozco, no hay corazón tan sabio ni vocación de tenerlo ni quien indique el camino. No hay caminos, es el momento para inventar liturgias, construir un gesto, un filme o un río para los separados eternamente. Eternamente despidiéndose de sí mismos. Reconstruirse en el dolor es otro dolor: que lo desee no hará que exista. Preparo café, ya no puedo sentir más frío por hoy, por este año. Todo ha sido una actuación en el vacío, algo se quiebra para instaurar. En todo viaje, la ausencia o volver, se mueve el paisaje. De todos modos el río está cegado aquí, tiene una sola orilla y cada vez se es más inteligente. Quiero decir más triste. Ahora sé que está cayendo la noche de Tanabata como una noche más.
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Matar al animal requiere un animal sin sombra. Vas caminando por un monte o te parece, no sabés dónde estás; creés que lo sabías cuando llegaste. Ese negro bien puede ser una pantera o mujer, no te das cuenta. La mirada salvaje te gusta, no, te calienta. No, te mira como quien no comprende dónde está. Ya estás perdida, tendrías que llevarla a tu casa pero sabés cómo termina: un animal herido siempre ataca. Tendrías que matarla, ahora, antes de que sea tarde o por piedad. Pero esa mirada es una trampa, si es pantera sabe matar mejor que vos. Nadie sabe tu nombre aquí y ahora él o mujer te da la espalda. Pensás en un Remington liviano de distancia corta. Pero nadie escucharía, Red Hot los distrae, a vos también. Y no se mata por la espalda, lo viste en las películas o creés en eso. Matar es otra cosa. Ahora te mira y ya sabés, vas a llevarla a tu casa. Está tocado por la gracia, está a la vista o vos lo ves, no estás segura, o tiene algo que creés comprender. Y sin embargo sabés cómo termina: no sabés cómo te hirió si te quería. No querés acercarte, te mira como miran los gatos cerrando los ojos. Es un hombre por la manera de fumar, se apoya en la barra frente a vos, los dos están perdidos. Pensás en el Remington, nunca tuviste uno. Matar es otra cosa. Nadie parece comprenderlo, el negro tampoco pero ve que tenés un cigarrillo en la mano y otro ardiendo en el cenicero; se acerca y lo fuma. Estás perdida, creés saber cómo termina y volvés a equivocarte, apaga el cigarrillo y se va. Ahora nadie se parece a tu deseo. Y es que no se parecía. Una pantera perdida en su memoria o forma de mirar o lo que fuera que no vas a saber. Tomás un taxi pensando demasiada belleza no es el móvil, es la coartada. Para matar a una pantera hay que cerrar los ojos.
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