Susana Villalba

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Sé que mi petición es precipitada

Unabomber

La noche de Tanabata

La pantera

SÉ QUE MI PETICIÓN ES PRECIPITADA
yo
yo y mi
yo y mi cuerpo fuimos a esa fiesta
yo bailé
hermoso rico y poderoso rozaba mi cuerpo
mi betty boop mi reina descalza
mi nombre es yonimeri yo también
fuego furia ¿fumás? fuimos a su casa
estás mojada no sé no hemos sido presentados
sumergidos suma de noche estera estambres estaba aterrorizada
profeta centinela sentí un automóvil rojo rubio el tabaco
su espalda fuerte trepaba mi caída infimos funestos café
piedras para dormir me acompañaba a casa y olvidé decírselo
las palabras son monedas clavadas a la tierra
historias de susy siempre lo he sabido
cómo explicarte hubiese cupido calendario
perdida en los andenes al día siguiente mi sombra caía del piso 29
olvidé decirle que siempre nadie y yo nunca los amores cobardes
lloraba no llegan porque los hombres etcétera
él era despiadado todo un hombre quemado de belleza
mi cuerpo gemía como un gato y lo envidié pero yo nunca
me meto en sus asuntos
dijo tu piel mi nena dame no sé qué cosa qué llave del infierno
yo hubiera declarado desplegado y estrenado un novio
hubiese dicho a mis amigas entrado en algún bar hubiese
hubiese vino que me matara
habráse visto tan chiquita y calentando bancos en la plaza
ay corazón si te fueras de madre
siempre la pena entra la pena y la nada
mi cuerpo roto pegado a lo sumido curioso rito de cucharas en
la mesa
sobre la mesa en la ducha él era el agua y me frotaba
belladona
dame en el centro de lo que siempre habla el espejo la sombra
del deseo era lacan en mi escritorio
ah para su estudio de análisis oh para sus análisis
acababa de ver
mi cuerpo demasiado tarde dónde estuviste le decía
ay corazón si supieras ser látigo y dormir

 

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UNABOMBER

Te escribí
o creo
haber visto tu sonrisa
melancólica
leyendo.
Tu silencio no sería
silencio
si no es en relación con esas cartas.
Te desespera esa distancia,
yo sé,
de milímiteros,
cuando los labios se buscan
me alejo,
espero que me digas.
Te llamé
y no estabas,
te llamé y estabas
en reunión,
en off,
te deje en el contestador,
en minitel,
CD.
Vi tu rostro de ángel desterrado
de toda fiesta,
el cuerpo también miente.
Tus ojos entrecerrados,
la boca a punto de decir
esperá,
no es el momento de alejarte.
Paso los dedos con saliva,
las uñas por la espalda,
como una descarga eléctrica paso
el cuerpo contra tu cuerpo
contra la pared.
Camino hasta la puerta,
giro y te veo
las palmas hacia arriba
entregándote a una ley
más fuerte que el sentido.
Ese vacío de un segundo,
un centímetro,
lo suficiente.
No hay presencia que conjure,
no hay fusión
que colme lo que es
completamente
soledad.
Todo placer es virtual,
objeto por sí mismo
distante
del cuerpo que se vive
como fuera
del cuerpo que desea.
Todo vale
sólo por comprobar
que más
y más adentro
es más el desamparo.
Y aunque digas así,
deforme tu sonrisa la humedad.
No sé qué murmurás,
tu aliento me quema
el oído,
una ráfaga de lucidez
te vuelve indescifrable.
Yo quería un romance
inolvidable,
buscar noticias de tu pueblo
en los diarios,
nevó
se hundió un pesquero
frente al muelle.
Quería escribir cartas.
Y aunque miremos
como si fuéramos nosotros el video
que vimos en un cuarto de hotel,
uno lejos del otro
tocándose
mientras el otro pasa
los dedos por la boca
como quien dice se hace agua,
tragar,
atragantar,
llename.
Desde lejos acaricio
la ilusión de postergar
la indiferencia
posterior.
Sudor, disolución
de la frontera que es uno.
Rodeame, apretá,
rodamos
y el piso era madera áspera.
Alcohol
que vaya derramando entre las
piernas
hasta olvidar para qué entramos
en esa habitación
Esperá
las gotas con la lengua
como un reloj de sal,
un plazo más agónico
por su morosidad.
Esa acritud de las axilas
que marca la escena con su olor
como quien dice se trata de animales
y goza de pensarlo.
Se enreda,
me enredo entre tus piernas
o en tu cuello,
nos desmembramos,
rearmamos en el techo espejado
una medusa,
algo resbala, siempre
algo se escapa.
Te ato
y tu caricia permanece,
ángel mío,
no se te hace justicia.
Te vendo los ojos,
no sabés por dónde
vendrá el ataque,
la caricia,
tenés escalofríos, gemís,
decís que ya no soportás
ni siquiera acabar.
Es poco
l
o que queda
en pocas horas, al día siguiente
te vas mientras yo duermo.
Te escribí
a mano incluso,
con la otra mano me tocaba,
impregnaba el papel con ese olor
que ahora es tuyo, digo,
pero no es cierto.
Tengo la propiedad
de imaginarte
en cualquier situación.
Tengo grabados tus gestos,
tu voz,
los puedo insertar,
interactuar.
Pero no sé qué pensás
ahora,
si tomás café en la mañana,
si alguien duerme con vos.
No conozco tu cama,
tu mesa,
si está ante una ventana.
No conozco tu puerta, por ejemplo
abrís
y allí estoy
o el cartero.
No sabés quién soy,
sólo eso,
Unabomber,
un relámpago,
un flash.
Ese instante
en que rugimos o gritamos,
gemimos.
No hay forma de olvidar
la distancia de un cuerpo
a otro,
del otro al universo
prometido,
una luz que se fragmenta
en su espectro
al estallar el cuarzo.
Tus ojos en blanco
Mientras decís así,
así
matame.
Matame.

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LA NOCHE DE TANABATA

Es la noche

de Tanabata

pero yo no sé dónde está

la orilla del río

del cielo.

Ni el cielo

lo dice.

No sé cuál es el puente

que nos une

y nos separa.

Yo no sé qué pasó,

la vida no es un lugar

seguro.

No hay ceremonias,

los amantes unidos

por un hilo de plata.

Sueño con calles

en las que estás caminando

mientras sueño,

al despertar es tarde.

Yo no sé qué hacer,

el amor es animal.

El camino terminaba

en un acantilado.

Iba un loco

en un coche policial,

feliz de andar en auto,

sentí miedo del dolor,

de la química,

de las palabras que se quiebran

de pronto.

Fuera de mí,

fuera de mi casa,

fuera de todo lo que te ofrecí

voy.

Pero vuelvo, no creas

que pedía más

que la intensidad del azul

ante el naranja.

Yo no sé qué pensar,

para qué

si no quiero entender,

si no hay razones

a veces.

No sé si creer otra vez

en signos que no sé leer

en el río del cielo.

No sé si buscar el puente,

quizá nunca lo hubo.

No sé qué decir,

acaso te convoco sin saber

adónde.

No importa,

haré una ceremonia incorrecta

mirando la luna.

Pregunto a tu parte oscura

si es cierto

que desayunamos juntos.

El tiempo pasa,

no hay aniversarios.

La vida gira

bruscamente,

yo no vi la señal.

Ya no sé si es mejor

perder lo que se debe

para encontrar,

antes me dije estas cosas

pero estoy cansada.

¿No hay nada que decir?

No hay nada que hacer

para desanudar las almas que se aferran

a otras almas anudadas

a otras almas.

¿No hay parte en el amor

que guarde algún recuerdo?

de la luz

sobre la contingencia.

Acaso es un torrente

continuo

y precisamente

por eso.

Ya no sé quién sos.

No pudimos despedirnos

de los muertos.

Así sin inhumar

el cuerpo de este amor

enterrará el próximo amor.

Como fui yo el cordero

bajo el mismo puñal

que habías recibido.

Ahora soy quien pregunta

al río:

el amor es un torrente

continuo

pero estamos fijos en el horror

de no permanecer.

Hasta el fuego

necesita adherencia,

sólo la noche existe

aunque nadie la mire.

Acaso el puente para dejar

en claro:

cada uno ocupa un sitio

diferente.

No era necesario,

siempre estamos solos,

siempre está a la vista.

No te pedía el alma

por un pacto,

ya no hay pactos,

“es la estrategia del demonio

hacer creer que ya no existe”.

Ya no sé si creer

en las palabras,

es la noche de Tanabata

y no lo sabés,

no leímos los mismos libros.

No sé el lugar

que no conozco,

no hay corazón tan sabio

ni vocación de tenerlo

ni quien

indique el camino.

No hay caminos,

es el momento para inventar

liturgias,

construir un gesto,

un filme o un río

para los separados eternamente.

Eternamente despidiéndose

de sí mismos.

Reconstruirse en el dolor

es otro dolor:

que lo desee

no hará que exista.

Preparo café,

ya no puedo sentir más frío

por hoy,

por este año.

Todo ha sido

una actuación en el vacío,

algo se quiebra

para instaurar.

En todo viaje, la ausencia

o volver,

se mueve el paisaje.

De todos modos el río

está cegado aquí,

tiene una sola orilla

y cada vez

se es más inteligente.

Quiero decir más triste.

Ahora sé

que está cayendo la noche

de Tanabata

como una noche

más.

 

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LA PANTERA

Matar al animal

requiere un animal

sin sombra.

Vas caminando por un monte

o te parece, no sabés dónde estás;

creés que lo sabías

cuando llegaste.

Ese negro

bien puede ser una pantera

o mujer,

no te das cuenta.

La mirada salvaje te gusta,

no, te calienta.

No, te mira

como quien no comprende

dónde está.

Ya estás perdida,

tendrías que llevarla a tu casa

pero sabés cómo termina:

un animal herido

siempre ataca.

Tendrías que matarla,

ahora,

antes de que sea tarde

o por piedad.

Pero esa mirada es una trampa,

si es pantera

sabe matar mejor

que vos.

Nadie sabe tu nombre

aquí

y ahora él

o mujer te da la espalda.

Pensás en un Remington

liviano

de distancia corta.

Pero nadie escucharía,

Red Hot los distrae,

a vos también.

Y no se mata por la espalda,

lo viste en las películas

o creés en eso.

Matar

es otra cosa.

Ahora te mira y ya sabés,

vas a llevarla a tu casa.

Está tocado por la gracia,

está a la vista

o vos lo ves, no estás segura,

o tiene algo

que creés comprender.

Y sin embargo

sabés cómo termina:

no sabés cómo

te hirió si te quería.

No querés acercarte,

te mira como miran los gatos

cerrando los ojos.

Es un hombre

por la manera de fumar,

se apoya en la barra

frente a vos,

los dos están perdidos.

Pensás en el Remington,

nunca tuviste uno.

Matar es otra cosa.

Nadie parece comprenderlo,

el negro tampoco pero ve

que tenés un cigarrillo

en la mano

y otro ardiendo

en el cenicero;

se acerca y lo fuma.

Estás perdida,

creés saber cómo termina

y volvés a equivocarte,

apaga el cigarrillo

y se va.

Ahora nadie

se parece a tu deseo.

Y es que no se parecía.

Una pantera perdida

en su memoria

o forma de mirar

o lo que fuera

que no vas a saber.

Tomás un taxi pensando

demasiada belleza no es el móvil,

es la coartada.

Para matar a una pantera

hay que cerrar los ojos.

 

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