La venta del jaco |
Es la feria de Mairena,
y ya se eleva el confuso
hirvienle, sordo rumor
de aquel portentoso mundo
que se revuelve en la vega
girando siempre en tumulto.
Es bello ver desde un cerro
tan animado concurso
que bulle, canta, alborota,
Y delira cual ninguno
Haciendo trueques y ventas,
promesas, y engaños muchos,
sin que haya en unos cautela
ni en los otros disimulo.
Y en tan colosal estruendo
oír el amante arrullo
del galán que en la ciudad
tal vez asediaba a un muro...
Y acaso el aire del campo
le alcanza lo que él no pudo.
Y todo aquesto a la vez,
y todo en breves minutos,
y alegres, desordenados
desde el primero hasta el último,
divierte de tal manera
al que contempla en conjunto
ya en la altura los ganados,
ya en la llanura los frutos,
y en ruidosa bacanal
girando do quiera el vulgo
que piensa que está en Oriente
y en algún mercado turco.
Y vense también allí
los por demás siempre chuscos ,
hijos sin par de Triana,
en el decir tan agudos
y en embaucar tan mañosos
como en la color oscuros.
Helos allí infatigables
nunca faltos de recursos,
charlando como ellos solos
entre ganados sin número ,
elevando hasta las nubes
ya la casta de los unos,
ya la bondad de los otros. . .
y en medio de todo, astutos
aprovechar la ocasión
y hacer pasar sin escrúpulo ,
como si fuera un Babieca,
a algún macilento rucio.
Zu mersé mire eza piesa. . .
¡este ez un bicho mu fiero!
¿Y esta cola? ¿Y la cabesa?
Vamo... zi no tiene un pero.
¿Puez y lo zojos?... ¡no ez ná!...
Zon senteyas... ¡no hay mas ver.
Mi busté; con eza mirá
está isiendo zu poer.
¿Y los piños?.... ¡Jezucristo!,
zon más blancos que el marfín..
Y en jamáz aquí za visto
Un jaco con tanta clin.
¿Lo quié usté ve camina?
Lo mezmo zale que un taco...
¡Jé!... ¡Canina!... ven acá...
Encarámate en el jaco ;
y yévalo recogío
hasia el camino e zan Roque.
¡Corto!... Canina, hijo mío...
Y cudiao no le zesboque.
¿Lo ve usté?¡Juy... qué pujansa!
Es lo mejó que teñemos...
Ni el mesmo viento lo alcansa..,
¡Zi zon muncho aqueyos remos!
Ahora e mano cambió. . .
vea luslé... ¡qué gayardía!
¡Alabao zea el Zeñó,
Que tales fortunas cria!
¡Canina!... ¡para, al avío;
Arrepare usté qué piel...
Vamo, zi quié usté ir zervío
no hay mas que quearze con él.
¿Que cuánto?... bien vale... azi
Dios ze olvie e mis pecaos ,
lo mesmo que un maeveí...
zobre tresientos ducaos.
¡Qué ha e ze mucho!... ¿no vusté
que eze potro ez una fiera?
¡Por zan Juan! — osté no ve
Que ez e la casta e Valera!
Y que ze bebe los vientos ,
Y que los sielos escala...
Vaya... vengan los dosientos
y pague osté la alcabala.
¡Ze acabó; no hay mas habla...
Zi oslé ez el amo, on Jozé...
¡Luseriyo!... ¡paza ayá!...
¡Qué bicho ze yeva osté! ...
¡Qué animal!... ¡vaya unas manos!...
Que las jan pintao párese...
¡Jay!... antez e zapartanos
Éjeme usté que lo beze!
¡Lusero, mantente tiezo!
Anda vete, pobrecico,
Y toma mi último bezo...
¡Várgame Dios, que jocico!
Zeñó on Jozé, no pueo má...
¡Llévelo usté, por Jezú!...
que no lo guelva á mira...
¡gástelo usté con zalú!
Canina... arrímate acá.
Ya lo vés, pazo el potriyo;
juerza el mójalo zerá;
con que vamo al ventorriyo.
Guen golpe, ¿es verdá, ahorré?
Y en zeguro lo hemos dao...
¡Várgame Dios, lo que pue
con los jacoz el zalvao;
Y el guen hombre no alvertío...
Zi ez esto una maraviya!
Que el peyejo está cosió
maz acá e la paletilla.
Ni que la clin, ni la cola,
ni loz piños, zon verdá...
¡Canina! con mi parola
tó ze lo jize traga.
¡Jezucristo!... ¡vaya un topo!...
No ze yeva mala ardiya.. ;
¡Ja,ja! Dios jaga que el jopo
ze le tanga hasta Zeviya;
y pues que tantos ducaos
al fin nos valió el potriyo ,
¡chavó!... con nuestros pecaos
vámonos al ventorriyo.
PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SATÍRICO-BURLESCOS |
spaña el Torero
es una planta indígena, un tipo esencialmente nacional. Y decimos
nacional, no porque todos los españoles expongan el bulto o
sean diestros , sino porque es el país donde desde
la más remota antigüedad se conoce el toreo , y
donde únicamente germina y se desarrolla la raza
de los chulos y banderilleros. Hay quien asegura
que los romanos introdujeron los espectáculos de
tauromáquia en España poco después de la
conquista ; pero a lo más podrán ser una derivación de las fiestas
de los hijos de Rómulo,
en cuyos circos se admitían todas las fieras útiles
para la lucha con los hombres condenados a perecer sobre la
sangrienta arena
del anfiteatro. No era ciertamente el gallardo toro la fiera
destinada entonces para
ejercer el oficio de verdugo, que tan bien desempeñaban los leones
, tigres , osos
y panteras ; y por esta razón, y por el silencio que guardan los
historiadores
contemporáneos , es de suponer que no fueron los romanos los
primeros adalides
del toreo. Con más fundamento puede creérsele originario de los
árabes andaluces
y de los galantes caballeros de la edad media , porque es sabido que
éstos y
aquellos corrían toros y cañas , donde como en los torneos
ostentaban su destreza
y bravura delante de la belleza y de lo más lucido de la corte. Y
aquí sí que los toreros de la edad presente pueden , si no lo han por enojo ,
envanecerse con
su arte por lo remoto de su origen , y decir a los que por su
susceptibilidad consideran esta profesión como deshonrosa , que por
espacio de muchos siglos fue
ejercida por lo más entonao y lusio de la nobleza española. Este diestro suele ser bastante torpe; pero lo disimula todo lo posible: tiene una fortuna escandalosa que le hace quedar bien en todas ocasiones, y al dotarle la madre naturaleza de buena figura , donaire y arrogancia, le ha inspirado un si es no es de asco a la diadema cornumental, que el buen hombre se pirra cuando la ve viajar hacia él. Desde chiquito y cuando por primera vez se presentó en el corral, encontró un pairino que le dio algunas lecciones de trasteo, le inició en los misterios del arte , y concluyó asegurándole que en los apuros grandes o pequeños la parte mas importante del bulto eran los alares, y que sabiéndolos menear bien , no había que tener cudiao. Y esta conclusión de las lecciones del pairino se ha quedado tan profundamente grabada en el corazón del ahijado, que cuando su buena estrella le depara el primer ajuste y se encuentra sobre la arena y antes que la puerta del chiquero
dé salida a un boyante de cinco
años, está diciendo para sus adentros :—¡ay pinreles!.... ¿pa
qué os quiero—
y
encomendándose con todas veras a María Zantisima e la Jangustias.—
Exteriormente es un héroe: con la barrera por delante se quié come
a
la fiera: «Andresiyo!.... métele el trapo y yévalelo a los medios porque ese
choto ma tomao una
tirria que me voy a vé en el caso —y hace una movisión de cuerpo
como quien
dice «lo voy á estropea y es una lástima.» EL TORERO DE SENTÍO El Torero de sentíoo es el fiscal más severo que tiene el torero bravucón. Es un egoistón de marca, algo gordo y pesado: de suerte infeliz, buena cabeza, malos pies y entrañas atravesás. No puede llevar con paciencia la desmedida fortuna del bravucón, ni la agilidad con que salva sus torpezas, ni los aplausos del público cuando se dirigen a algún compañero, ni mucho menos las chiflas cuando se dirigen a él. Ya se ve , esto es muy natural , y por desgracia harto frecuente en lo miserable de la condición humana. Procura trastear y trastea con bastante inteligencia; pero como su inteligencia carece de solidez porque le falla una de las bases más esenciales, es decir, los pies; y como el toro no entiende de retóricas y si es revoltoso en enfilando el bulto no lo deja, por eso la inteligencia muy a menudo da en la arena cada batacazo que canta el gallo de la Pasión, sin que le quede al pobre diestro el triste consuelo de haber excitado ninguna clase de interés en los espectadores.—¡Ya se ve!... repetimos, tampoco esto es extraño: el público está muy acostumbrado a ver fuera de la plaza rodar la inteligencia por esos suelos de Dios, y como esta escena es cuotidiana ya carece de novedad y hé aquí la razón por qué en el cerco la presencia mudo o indiferente. Pero este argumento irgumonlo para el Torero de sentío , y por eso está a malas con sus semejantes, los toros, los caballos y hasta con los que tocan los timbales, que ignoramos a qué reino pertenecen: por eso su sangre no es ya sangre, que es acibar, alquitrán, veneno, y por lo mismo es el primero siempre a largar el trapo cuando puede echar con disimulo el vicho sobre el que está descuidado, y el último que mete el capote para sacar la fiera cuando ésta da alguna cogida. Este torero se inutiliza pronto o sucumbe antes entre las marcadas astas de los toros celosos y amigos de ceñirse. Su genio es irascible, su lengua picante y mordaz, está con frecuencia enfermo, las que más suelen atormentarle son las peritonitis, y nosotros le aconsejamos de buena fe que en vez de torear se dedique a vender fósforos a hacer hilas para los pobres, oficios que si bien es verdad son poco socorridos, al menos son descansados, nada expuestos , y especialmente el último muy meritorio a los ojos de la divinidad por el beneficio que proporciona a la humanidad doliente.
Este diestro no es diestro : es el sota-torero , el
repartidor de un periódico de
literatura. La misma importancia artística tiene aquel que este en
la dirección,
compilación y elaboración de los artículos de alta misión en una
redacción. Pero
es el torero feliz: es el que logra ver su cabello encanecido sin
ningún contratiempo
tauromáquico: es la crónica ambulante donde se encuentra la noticia
de todos
los acontecimientos de la plaza : es el que nunca pisa los medios
sino cuando está
el toro enganchado, y para cubrir con una espuerta de arena la
sangre derramada
por las víctimas: reparte banderillas por fuera con mucha precaución
si la fiera
está bastante lejos, y si está encima, lo hace con extraordinario
arrojo por dentro
de la barrera. A lo mas que suele ascender es a guarda del toril, y
entonces tiene
la honra de tomar de manos del alguacil la llave del chiquero, con
la que cuanto
antes y con la mejor intención dispara a un vicho de piernas detrás
del apurado
corchete que a todo escape se mama un sustazo y una chifla que no
hay mas que pedir. Pero este torero debe ser para nosotros lo que para el
público los toros
abantos. Salen, dan cuatro viajes, se escupen de la suerte, los
cargan de fuego o
de perros, y en cinco minutos desaparecen de la escena. Quitemos
también
nosotros de enmedio y cuanto antes al torero abanto sin echarle
perros ni foguearlo.
Y hasta sin darle el cachete del ridículo o el de una sátira poco
generosa , y
ocupémonos de la cuarta y última clase, procurando abreviar todo lo
posible para
AQUÍ PARA LEER RELATOS DE VIAJES Y COSTUMBRES |