Zoe Valdés

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Castidad, castidad

Historia de hoy

Modelando para Egon Schiele

De reojo

La soledad del verano en Cuba

CASTIDAD, CASTIDAD...
                                                                                                                                               Castidad, castidad, qué de crímenes
                                                                                  
                                             se cometen en tu nombre.
                                                                                                             Jaime Gil de Biedma.

Yo nunca fui casta
regodearnos con el sexo es una hipocresía riquísima
no lo niego
pero yo nunca pude ser hipócrita yo voy al grano
directa y sin límites
sólo las sosas se las dan de interesantes
yo soy inteligente
por eso cuando quiero un hombre no lo pido con melindres
le voy p'arriba y lo asalto y me le aferro
pero por eso también he tenido poca suerte
porque ellos se cansan rápido de las puticas ladillosas
Yo nunca fui casta
en cuanto cumplí la edad de la pubertad
cuidé mi cutis restregándome con los machos
ni un granito me salió por exceso de masturbaciones
yo a decir verdad no andaba creyendo en virginidades
yo me crié en la calle al garete
y mi sexo iba conmigo
Yo nunca fui casta zorra sí
nadie me enseñó la malicia yo nací con ella
muy temprano empecé a latir y no masacré mi ritmo
Yo nunca fui casta ¿para qué sirve ser castos?
Si aunque sea con terror temblando de precauciones
amarnos es lo único que nos queda.
(La Habana, 1992)

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 Historia de hoy

 Sin gran habilidad sin pensarlo pusimos el mantel en la arena
Accidental yo exclamé de triunfo y tu punta me iluminó por dentro
Como toda muñeca de porcelana puedo rajarme mañana
terminárseme la cuerda y conectar la soga de la ahorcada
No todo fue de pronto al rato yo tenía ganas de cantar
Me asustó la caricia esperaba un latigazo
Tú nunca dejarás de criticar mis disparates cultos
Estoy convencida de que los amores del uno para el otro
son sólo orgasmos de celuloide
y no soy de las que colocan la vida encima de la coqueta
yo prefiero soplar sobre tu pene un pétalo de rosa
mientras tú conduces el auto hacia lo efímero
Es raro hasta ayer yo me creía extraordinaria
y hoy supe que soy gravemente bella
Ya sé no lo prepitas tu concepto de hermosura es otro
es la base conceptual de nuestro extinguidor de sueños
¿Qué podrá ocurrir si en pleno esplendor nos separamos?
Ya vuelvo con las maniáticas consideraciones femeninas
de provocar la caída en lo más alto del vuelo
No quiero prometer que te besaré el pecho a la mitad del camino
porque los tiros al blanco estrujan toda infinitud
La pedrada no puede ser ni antes ni tardía
Y que no haya descalabros en tus misteriosos excesos masculinos
Es sólo el día de hoy
¡Y tantos argumentos en favor de nuestro fuego!
Es el tesoro de sonreírnos juntos
Enamorarse y lamentarlo es un lujo del futuro
un mínimo arte de salón
Despidámonos exclusivamente para el regreso
Ves no me acumulo ni me dosifico
por primera vez aspiro a ser linda y exacta
no digamos ya irresistible
pero sólo por hoy no te apresures.

 

Modelando para Egon Schiele

Egon vestido me toca las rodillas
anuncia que me va a pintar
para él estoy latentemente flaca
rasguña con el pincel mis poros y dicta los castigos
ni siquiera sabe que morirá a los veintiocho años
Egon clavetea la lengua del discurso
huye con ojos afiebrados de las últimas leyes
no entiende mi carne se mira las manos y sonríe
luego prepara los colores con cinismo
y vanidad de quien no sabe nada
separa mis rodillas
anuncia que va a destruirme
Egon se desnuda y dice que todo artista tiene miedo
y con el pincel recorta mis pedazos
para él la luz no es necesaria sobre el vello de mis piernas
Egon se acerca y promete un cuerpo magullado
sentado descomponiendo lo imposible
con una tos más cómica que grave
Egon imprudente no baja las persianas
en mi ombligo la tinta no se transforma
como gota de mediodía
y grito que me están evaporando
Egon desnudo toca mis rodillas
para sugerir
que me está inmortalizando
y que esto es menos doloroso que un tatuaje en el pezón
yo sé que algún día seremos obras de arte
y Egon estará expuesto con el sexo moteado de rosado
Egon mueve los músculos de las nalgas
al ritmo de sus pinceladas
y se decapita con una cuchilla de afeitar
Él no sabe que mi cuerpo es banalmente blanco
Egon por eso lo decora con la yema del dedo
Egon es ligero y chupa del narguile las burbujas de mi susto
acaricia mis rodillas
ya estamos terminando con el infernal ruido de mis tripas
¿y si quemáramos los cuadros?
Egon humillado brinda queso y un campari con limón
dice que estoy perfecta con mi hambre y mi sed
que parezco una niña de Balthus
¿y cómo Egon pudo saberlo si él iba a morirse antes?
No es bueno pensar en los muertos con frecuencia
porque después sus voces salen angustiadas por la radio
Egon se ha vestido
amoretea mi piel con sus dientes
y anuncia que me va a borrar.

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DE REOJO

Te voy a mirar
Así de reojo
Para que comprendas
Que no me asusta
El rumor de tus pupilas
Y que descenderé
Por una vena tuya
Montada en una soga
Y me dolerán
Los lagrimales
De tanto
Retorcerte la brisa.

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La soledad del verano en Cuba

E

staba cayendo candela, se podía respirar un vaho carbonizado. El verano del año 1994 fue el más endiablado de todos. Aunque Emiliana y yo sólo conocíamos pura canícula a pulso. Nada de tiritar de frío como en las películas, ni mucho menos hojas doradas de otoño cayendo en ralentí de los árboles, ni de vivos colores primaverales. Sólo la vegetación chamuscada el año entero. Desde una maldita tarde fogosa de agosto en que ella nació hasta aquél de sus 24 años apenas había experimentado variación; calor o calor intenso. El día en que Emiliana vio la luz del mundo por primera vez casi se queda ciega, el sol rajaba las piedras y achicharraba las córneas; en cada pujo su madre perdió mucho más sudor que sangre y lágrimas.

    Me comentó que los meses llevaban nombre por gusto, pues siempre había escuchado exclamaciones similares a: ¡Parece como si estuviéramos en agosto, qué calor, madre santa, en pleno febrero! ¡Qué mes de enero tan pegajoso! ¿Quién ha dicho que en diciembre toca el invierno? ¡El asfalto se ablanda con estos calores! Mejor hacer del año un mes de 365 días y punto. Agosto. Emiliana había pasado su estúpida existencia sudando y sedienta. Aquel verano su novio decidió pelearse con ella y largarse a Suecia. Mejor, se dijo ella, así no se veía obligada a soportar sus sobacos grajientos ni el aliento quemándole la nariz con vahos que evocaban oleadas de arenas del Sáhara. Además, su mejor amiga había seguido el camino de sus padres y hermanos. Fabricaron una embarcación con dos latones de basura, cuatro vigas del techo, cuatro gomas de rastra; las velas eran dos sábanas floreadas y podridas. Según las listas de nombres que daban en la radio americana como sobrevivientes y desaparecidos, ellos _navegando con suerte_ sólo habían podido carenar en una isla menos neurótica y estropeada de la que salieron, o en las tripas de los tiburones. Igual les sucedía lo que a Geppetto el de Pinocho, quien se salvó gracias a un estornudo de la ballena. Emiliana se sintió desolada sentada en el Muro de Santa María del Mar, quiso virarse para alguien con quien poder compartir sus penas, pero no quedaba un alma; la gente contagiada de los virus del verano se tiraba al mar a montones. Miamitis, mieditis, hambritis, dictauritis aguda, diagnosticaban los médicos locales.

    No pensó en suicidarse pues eso complicaría aún más las cosas. Si conseguir un sencillo abanico o un pedazo de periódico o de cartón para echarse fresco había sido un calvario, y al final la búsqueda había resultado sin éxito; peor sería armarse de un instrumento para arrancarse la vida.

    Por suerte llegué yo a sentarme en el muro, y me tocó un trozo de piedra junto a ella. Digo «me tocó», porque aquí hasta un cacho de banco en un parque está racionado. Hacía una semana que no masticaba ningún alimento, sólo bebía agua con azúcar prieta, desde hacía cuatro años me dolía la cabeza ya que necesitaba espejuelos; para colmo estaba seriamente estreñida, a punto de una obstrucción intestinal, pero yo he sido siempre muy optimista, y sigo un plan de autorreanimación positiva, que consiste en poner al mal tiempo buena cara. Nada más hice saludar con un ¿qué bolá con tu cake? a Emiliana; entonces aprovechando ese chance en que yo bajé la guardia ella se tumbó a moquearme el hombro y me disparó su gorrión como una Pepechá (metralleta bola). Mi estómago roñoso, más vacío que un estadio bajo aguacero, inició su concierto de Bach-tá, letanía más que fuga. Hacía tanto tiempo que no me daba una gripe que no podía ni comerme mis mocos, así que devoré los de la desdichada, quien al menos aún conservaba sensibilidad y podía evacuar llanto y catarro emotivo, al menos la flema entretenía el esófago.

     _Si quieres puedo estrangularte y luego echo tu cuerpo al mar; no te inquietes, no soy caníbal_ afirmé relamiéndome.

    _Me asusta el excesivo brillo de tus ojos_ murmuró Emiliana.

    _No es más que miopía, necesito gafas; ah, y las pupilas demasiado dilatadas... Vaya usted a saber con qué basura mezcló el talco el guardia de vigilancia que me lo suministra.

    _¿A cambio de qué?_ preguntó la ingenua Emiliana.

    _Oh, una bobería, a cambio de ir a gritar consignas a la Plaza.

    _¿Y por qué no dan comida en lugar de esa basura que puede matarte?

    _¿En qué parte está escrito que el verdugo te regala una cabeza adicional para reemplazar la que te corta?

    Ese fue el verano peor, quizás porque fue el más largo. Perdimos un remierdal de tiempo embotadas contra el muro. El hambre, la sed y el miedo nos obligó a perder los estribos. De súbito Emiliana empezó a reírse, la carcajada fue montando como merengue a punto de caramelo. Yo también me retorcía de la risa acostada despellejándome la espalda encima del áspero y salitroso cemento.

     _Si no fuera por Emiliana/ nos quedaríamos con las ganas,/ de tomar café, de tomar café...

     Cantábamos a coro y nos moriríamos de la risa.

    _Tu sabes... ay, me duele el estómago de tanto... ay, no puedo... Tú sabías que en otros países... ay, la gente se marcha de vacaciones a esquiar, ji, ji, ji, ja, ja, jo...

    Nos despetroncamos de la risa hasta que nos dormimos. Los cadáveres amputados nos despertaron por la madrugada, trozos de cuerpos inflados cubiertos de caracoles y algas batían contra la arena empujados por el oleaje. Emiliana y yo nos reímos por inercia, no supimos qué otra cosa hacer.

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