Antonio Buero Vallejo

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POESÍA

Don Antonio en su nave

Encrucijada

A Juan Miró, en su aniversario

Velázquez

Soneto a la lluvia

TEATRO

 Fragmento de Historia de una escalera

DON ANTONIO EN SU NAVE

En verde mocedad sintióse anciano

y en su vivir muriendo halló la nave

burladora del tiempo, blanda llave

del agua inmensa abierta por su mano.

Fue nuestro padre y logró ser hermano

sosegador, gigante humilde y grave.

Al alma herida regaló el suave

destello de un fulgor siempre lozano.

Las voces obstinadas en negarlo

se ahogan en las ondas del gran mar

mientras boga en la nave su secreto.

Un arcano infinito... Revelarlo

mal las palabras puédenlo alcanzar.

No cabe don Antonio en un soneto.

 

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ENCRUCIJADA

Parados todos en la encrucijada

gritamos la palabra que nos guía

estremecidos de que esté vacía.

Miran los niños y no dicen nada.

Ríen de pronto. Brilla su mirada.

Jugando otra palabra les nacía.

Oyese “guerra” en la infantil porfía.

Los observamos. No decimos nada.

Hemos colmado el almacén del fuego.

Canciones, libros, disponeos al juego

si no emprendéis el último camino.

Otro no queda. Por el hoy abierto

corren los niños hacia un valle muerto

dóciles a sus padres, a su sino.

 

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A JUAN MIRO, EN SU ANIVERSARIO

Duendecito inventor que mueve arcanos

en la delgada luna del oriente.

Moluscos, garabatos. Y el torrente

de eléctricas centellas en tus manos.

Curvadas pautas, misteriosos planos

guardan ingenua música silente

que se despierta y canta suavemente

cuando color y luz se hacen hermanos.

Por un camino de ceniza helada

donde se va apagando nuestra vida

nos acercamos a tu ardiente cuna.

En ella, tu sonrisa: la alborada

de una infancia sin fin nunca perdida.

Sigue pintando, oh niño, ante la luna.

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VELAZQUEZ

Palaciego de grises, gran torero

de las cornadas de la luz dorada.

Displicente señor, lenta mirada

del andaluz veraz, parco y entero.

Dinos: ¿dónde se encuentra el paradero

de tu arcana ternura? ¿Quedó anclada

en la humana miseria acariciada

por tu pincel de triste caballero?

La razón te defiende y se congela

_paleta de apretado silogismo _

 

sobre la infanta, el perro, el rey, la tela.

Alerta siempre ante el hispano abismo

de flema te disfrazas, de cautela.

 

Pero el amor te salva de ti mismo.

 

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SONETO A LA LLUVIA

Un iris de agua en gotas dispersado

desciende hacia la angustia de mi frente

y de mi corazón, que bate ardiente

soportando un gran río ensangrentado

Gotea el cielo, de cristal colmado,

sus serenos diamantes dulcemente

y mi rostro recibe ávidamente

su sencillo frescor apaciguado.

Baño de luz mojada y de dormida

claridad gris, tan leve y tan cernida:

Satúrame. Diluye mi amargura.

Tiende un velo lustral en la dolida

soledad subterránea de mi vida

y haz a mi sangre, como a tu agua, pura.

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 (Fragmento de Historia de una escalera )

FERNANDO.- Carmina

CARMINA.- Déjeme

FERNANDO.- No, Carmina. Me huyes constantemente y esta vez tienes que escucharme.

CARMINA.- Por favor, Fernando...¡Suélteme!

FERNANDO.- Cuando éramos chicos nos tuteábamos...¿Por qué no me tuteas ahora? (Pausa.)¿Ya no te acuerdas de aquel tiempo? Yo era tu novio y tú eras mi novia...Mi novia...Y nos sentábamos aquí (Señalando a los peldaños), en este escalón, cansados de jugar...a seguir jugando a los novios.

CARMINA.- Cállese

FERNANDO.- Entonces me tuteabas y...me querías

CARMINA.- Era una niña...Ya no me acuerdo.

FERNANDO.- Eras una mujercita preciosa. Y sigues siéndolo. Y no puedes haber olvidado. ¡Yo no he olvidado! Carmina, aquel tiempo es el único recuerdo maravilloso que conservo en medio de la sordidez en que vivimos. Y quería decirte...que siempre... has sido para mí lo que eras antes.

CARMINA.- ¡No te burles de mí!

FERNANDO.- ¡Te lo juro!

CARMINA.- ¿Y todas...esas con quien has paseado y...que has besado?

FERNANDO.- Tienes razón. Comprendo que no me creas. Pero un hombre...Es muy difícil de explicar. A ti, precisamente, no podía hablarte...ni besarte...¡Porque te quería, te quería y te quiero!

CARMINA,- No puedo creerte.

                         (Intenta marcharse.)

FERNANDO.- No, no. Te lo suplico. No te marches. Es preciso que me oigas...y que me creas. Ven. (La lleva al primer peldaño.) Como entonces.

                       (Con un ligero forcejeo la obliga a sentarse contra la pared y se sienta a su lado. Le quita  la lechera y la deja junto a él. Le coge una mano.)

CARMINA.- ¡Si nos ven!

FERNANDO.- ¿Qué nos importa? Carmina, por favor, créeme. No puedo vivir sin ti. Estoy desesperado. Me ahoga la ordinariez que nos rodea. Necesito que me quieras y que me consueles. Si no me ayudas, no podré salir adelante.

CARMINA.- ¿Por qué no se lo pides a Elvira)

(Pausa. él la mira, excitado y alegre.)

FERNANDO.- ¡Me quieres! ¡Lo sabía! ¡Tenías que quererme! (Le levanta la cabeza. Ella sonríe involuntariamente.) ¡Carmina, mi Carmina!

(Va a besarla, pero ella lo detiene.)

CARMINA.- ¿Y Elvira?

FERNANDO.- ¡La detesto! Quiere cazarme con su dinero. ¡No la puedo ver!

CARMINA.- (Con una risita.) ¡Yo tampoco!

(Ríen felices.)

FERNANDO.- Ahora tendría que preguntarte yo: ¿Y Urbano)

CARMINA.- ¡Es un buen chico! ¡Yo estoy loca por él! (Fernando se enfurruña.) ¡Tonto!

FERNANDO.- (Abrazándola por el talle.) Carmina, desde mañana voy a trabajar de firme por ti. Quiero salir de esta pobreza, de este sucio ambiente. Salir y sacarte a ti. Dejar para siempre los chismorreos, las broncas entre vecinos...Acabar con la angustia del dinero escaso, de los favores que abochornan como una bofetada, de los padres que nos abruman con su torpeza y su cariño servil, irracional...

CARMINA.- (Reprensiva.) ¡Fernando!

FERNANDO.- Sí. Acabar con todo esto. ¡Ayúdame tú! Escucha: voy a estudiar mucho, ¿sabes? Mucho. Primero me haré delineante. ¡Eso es fácil! En un año...Como para entonces ya ganaré bastante, estudiaré para aparejador. Tres años. Dentro de cuatro años seré un aparejador solicitado por todos los arquitectos. Ganaré mucho dinero. Por entonces tú serás ya mi mujercita, y viviremos en otro barrio, en un pisito limpio y tranquilo. Yo seguiré estudiando. ¿Quién sabe? Puede que para entonces me haga ingeniero. Y como una cosa no es incompatible con la otra, publicaré un libro de poesías, un libro que tendrá mucho éxito...

CARMINA.- (Que le ha escuchado extasiada.) ¡Qué felices seremos!

FERNANDO.- ¡Carmina!

(Se inclina para besarla y da un golpe con el pie a la lechera, que se derrama estrepitosamente. Temblorosos, se levantan los dos y miran, asombrados, la gran mancha blanca en el suelo) 

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Infante don Juan Manuel                         Samaniego

 

 

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