Joan Margarit

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Flores blancas en la niebla

La muchacha del semáforo

Primer amor

Casa de misericordia

 

 

 

FLORES BLANCAS EN LA NIEBLA
  Sábanas grises de la escarcha
 cubrían el bancal de los almendros;
 pero llegaron lluvias como máscaras
 y la hierba borró los espejos del frío.
 En la invernal mirada un aire cálido
 comenzaba a mentir
 a aquellas alas grises
 de pájaros erráticos en árboles desnudos.
 En una sola noche de tibieza
 con reflejos de sombra en el espejo,
 los almendros se abrieron en sus flores.
 Tú llegaste también
 en un tiempo de frío y soledad:
 El amor fue la brisa
 sobre la escarcha gris. Las flores olvidadas
 extendían olor a primavera
 en el ámbito helado, nieve cálida
 de breves flores blancas. Con tristeza
 las recuerdo durante aquel invierno
 que en una sola noche las heló.

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LA MUCHACHA DEL SEMÁFORO

Tienes la misma edad que yo tenía
cuando empecé a soñar en encontrarte.
Entonces  no sabía, igual que tú
no has aprendido aún, que llega día
 en que el amor es esta arma cargada
de soledad y de melancolía
que está apuntándote desde mis ojos.
Tú eres la muchacha que  busqué
 cuando aún no existías.
Y yo hombre hacia el cual
querrás un día dirigir tus pasos.
Pero estaré  tan lejos de ti entonces
como estás tú de mí en este semáforo.

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PRIMER AMOR

Triste Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.

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CASA DE  MISERICORDIA

El padre fusilado.

O, como dice el juez, ejecutado.

La madre, ahora, la miseria, el hambre,

la instancia que le escribe alguien a máquina:

Saludo al Vencedor. Segundo Año triunfal,

Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos

en esta Casa de Misericordia.

El frío del mañana está en la instancia.

Hospicios y orfanatos fueron duros,

pero más dura era la intemperie.

La verdadera caridad da miedo.

Como la poesía: un buen poema,

por más bello que sea, será cruel.

No hay nada más. La poesía es hoy

la última casa de misericordia.

 

PULSA AQUÍ PARA LEER  UN POEMA DE ANTONIO  MACHADO  REFERIDO AL HOSPICIO.

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