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Crímenes ejemplares |
CRÍMENES EJEMPLARES SE MONDABA los dientes como si no supiese hacer otra cosa. Dejaba el palillo al lado del plato para, tan pronto como dejaba de masticar, volver al hurgo. Horas y horas, de arriba abajo, de abajo arriba, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de adelante para atrás, de atrás para adelante, levantándose el labio superior, leporinándose, enseñando sus incisivos _uno tras otro_ amarillentos; bajándose el inferior hasta la encía carcomida: hasta que le sangró; un poco nada más. Le transformé la biznaga en bayoneta, clavándosela hasta los nudillos. Se atragantó hasta el juicio final. No temo verle entonces la cara. Lo gorrino quita lo valiente. |
SOY PELUQUERO. Es cosa que le sucede a cualquiera. Hasta me atrevo a decir que soy buen peluquero. Cada uno tiene sus manías. A mí me molestan los granos. Sucedió así: me puse a afeitar tranquilamente, enjaboné con destreza, afilé mi navaja en el asentador, la suavicé en la palma de mi mano. ¡Yo soy un buen barbero! ¡Nunca he desollado a nadie! Además aquel hombre no tenia la barba muy cerrada. Pero tenía granos. Reconozco que aquellos barritas no tenían nada de particular. Pero a mí me molestan, me ponen nervioso, me revuelven la sangre. Me llevé el primero por delante, sin mayor daño; el segundo sangró por la base. No sé qué me sucedió entonces, pero creo que fue cosa natural, agrandé la herida y luego, sin poderlo remediar, de un tajo, le cercené la cabeza. |
EMPEZÓ A DARLE VUELTA al café con leche con la cucharita. El líquido llegaba al borde, llevado por la violenta acción del utensilio de aluminio. (El vaso era ordinario, el lugar barato, la cucharilla usada, pastosa de pasado.) Se oía el ruido del metal contra el vidrio. Ris, ris, fis, fis. Y el café con leche dando vueltas y más vueltas, con un hoyo en su centro. Maelstrom. Yo estaba sentado enfrente. El café estaba lleno. El hombre seguía moviendo y removiendo, inmóvil, sonriente, mirándome. Algo se me levantaba de adentro. Le miré de tal manera que se creyó en la obligación de explicarse: _Todavía no se ha deshecho el azúcar. Para probármelo dio unos golpecitos en el fondo del vaso. Volvió en seguida con redoblada energía a menear metódicamente el brebaje. Vueltas y más vueltas, sin descanso, y el ruido de la cuchara en el borde del cristal. Ras, ras, ras. Seguido, seguido, seguido sin parar, eternamente. Vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Me miraba sonriendo. Entonces saqué la pistola y disparé. |
YO ESTOY SEGURO de que se rió. ¡Se rió de lo que yo estaba aguantando! Era demasiado. Me metía y me volvía a meter la fresa sobre el nervio. Con toda intención. Nadie me quitará esa idea de la cabeza. Me tomaba el pelo: «Que si eso lo aguantaba un niño... ¿Acaso a ustedes no les han metido nunca esas ruedecillas del demonio en una muela cariada? Debieran felicitarme. Yo les aseguro que de aquí en adelante tendrán más cuidado. Quizá apreté demasiado. Pero tampoco soy responsable de que tuviese tan frágil el gaznate. Y de que se me pusiera tan a mano, tan seguro de sí, tan superior. Tan feliz. · · · LA HENDÍ de abajo arriba, como si fuese una res, porque miraba indiferente al techo mientras hacía el amor. ::::: AHÍ ESTÁ LO MALO: que ustedes creen que yo no le hice caso al alto. y sí. Me paré. Cierto que nadie lo puede probar. Pero yo frené y el coche se detuvo. En seguida la luz verde se encendió y yo seguí. El policía pitó y yo no me detuve porque no podía creer que fuera por mí. Me alcanzó en seguida con su motocicleta. Me habló de mala manera: "Que si por ser mujer creía que las leyes de tránsito se habían hecho para los que gastan pantalones". Yo le aseguré que no me pasé el alto. Se lo dije. Se lo repetí. Y él que si quieres. Me solivianté: la mentira era tan flagrante que se me revolvió la sangre. Ya sé yo que no buscaba más que uno o dos pesos, o tres a lo sumo. Pero bien está pagar una mordida cuando se ha cometido una falta o se busca un favor. ¡Pero en aquel momento lo que él sostenía era una mentira monstruosa! ¡Yo había hecho caso a las luces! Además, el tono: como sabía que no tenía razón se subió en seguida a la parra. Vio una mujer sola y estaba seguro de salirse con la suya. Yo seguí en mis trece. Estaba dispuesta a ir a Tránsito y a armar un escándalo. ¡Porque yo pasé con la luz verde! Él me miró socarrón, se fue delante del coche e hizo intento de quitarme la placa. Se inclinó. No sé qué pasó entonces. ¡Aquel hombre no tenía ningún derecho a hacer lo que estaba haciendo! Yo tenía la razón. Furiosa, puse el coche en marcha, y arranqué... .
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Hablaba y hablaba... Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS SOBRE CRÍMENES |
_NOS quedamos de piedra. Porque, de veras, lo único que hizo bien aquel hombre durante su vida fue su testamento. Y cuando digo bien quiero decir algo que se saliera de lo ordinario. Porque bien ordinario fue aquel Remigio Salas, de Logroño, educado _si es que se puede decir_ en Teruel. Comerciante en abonos, republicano porque lo fueron sus padres _al abuelo Andrés le quemaron los pies los carlistas_, que llegó a sargento durante los treinta y tantos meses de nuestra guerra, que pasó íntegra en la milicia, sin herida. Lo evacuaron a Orán, estuvo unos días en Inglaterra, luego en Cuba y, desde fines de 1940, en México. Aquí entró en una casa de refacciones de coches _en Bucareli 287_ donde trabajó hasta el día de su muerte, el 7 de julio de 1960. Le susurraban marica, pero no lo creo; indiferente, eso sí. Iba por el café, discutía poco. En 1950 trajo de España a un sobrino suyo, de Calatayud, al que pagó buen colegio y carrera. Acaba hoy la de veterinario, casado con una muchacha de Veracruz, muy guapa. El testamento nos sorprendió a todos, debió pensarIo mucho: lo dictó hace siete años a uno de esos notarios españoles refugiados que no pueden ejercer pero que de hecho lo hacen bajo el nombre prestado de un colega mexicano: Castellón, debe conocerlo: de Cuenca. Las últimas voluntades de Remigio Salas fueron más o menos éstas: "Si muero en México, entiérreseme normalmente, es decir, acostado en un ataúd, cara arriba. Si muero en cualquier otro lugar de la tierra cuyo gobierno reconozca al de Franco, entiérreseme cara para abajo para no ver un mundo tan indecente. Si muero en España otra vez republicana, entiérreseme de pie. Si por casualidad, que no se puede prever, paso a mejor vida, en la que no creo, en la España de Franco, entiérreseme cabeza para abajo." _Lo de vuelto hacia la tierra no es nuevo. Lo pidieron algunos nobles del Franco Condado (otra vez el nombre de Franco) para no ver a su país dominado por Luis XIV: nostalgia de seguir siendo españoles. _No creo que lo supiera el difunto. _Claro que no. _Dejó lo suficiente para que, en un caso dado, dieran vuelta o plantaran el ataúd, según las circunstancias. _Por lo visto fue la ilusión de su vida. _Nunca se sabe con quién se juega uno el dinero. Lo que sucedió fue que el sobrino, ignorando la existencia del testamento, lo hizo incinerar de buenas a primeras, siguiendo sus propios deseos. Ahí lo tiene, en la trastienda, un poco remordida la conciencia. PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS RELACIONADOS CON EL EXILIO
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_Lo soñaré, lo soñaré _gritaba espantado_. Y, entonces, ¿quién me salvará? Durante la guerra civil, don Marcos Oñate Ballesteros fue visitado _es un decir_ a menudo por la policía. Preso tres veces, puesto en libertad otras tantas por influencias de su cuñado, general de división. No vivía en espera de la cuarta entrada por salida. Detuviéronle por republicano, masón y protestante. Lo último fue cierto durante algunos años de su lejana juventud, por amor hacia una escocesa empleada en casa de don Pedro Domecq, en Jerez, su pueblo. Se le resintió el corazón, no del hacía ya mucho tiempo olvidado desprecio de Pamela, sino de los timbrazos de los polizontes, siempre en la madrugada. Su médico, don Mauricio Ortega, para el que no tenía secretos desde la pubertad, ordenó a doña Consuelo, que había venido a ser, de novia suya de los quince años, esposa de su amigo del alma a los veinticuatro, con consenso de todos, quitar cuantos timbres, aldabas, llamadores, campanas y campanillas habidos y por haber en el cortijo y en la casa de la calle del Gran Capitán. No le valió. Halláronle muerto una mañana, con la cara dando. clara cuenta "de haber oído el timbrazo". _Lo soñó _decía la viuda_. ¡No abras! _gritó_y se fue. Parece mentira ¡a los veinticinco años! Se acordaba más de eso que de su noche de bodas. |
Por
qué gustaré
Y
preocupado por tantos porqués
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Tu seno,
Tu
cabeza en mi hombro, (De Poemas cotidianos) * * *
y bebo doy gracias al vinatero y al botellero que hicieron el cielo perfecto. (Antología traducida. Zéjel atribuido por Max Aub al supuesto poeta Abu Abd Al-Jatib Talik (1210-1283) PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LOS SENOS FEMENINOS
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Viento
loco, tierra seca,
Vuela
y entierra y aúlla |
Sembrando muerte dais más alta vida a este pueblo infeliz, echando a tierra la que al aire oponía, fuerte sierra, dando a torrentes mil, atroz salida. Maltrecho por tu envidia carcomida lo que en escombros tu furor entierra vivo renace dándote otra guerra, los surcos vueltos nube ayer dormida. Si derriba estatuas, mármol queda para nuevas figuras vencedoras. Allá tú con tus máquinas traidoras, aquí nosotros con desnudas manos. A ti la muerte todo te lo veda, cada muerte me da nuevos hermanos.
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Nada tengo de ti que llevar pueda, ni una flor, ni una herida, ni un retrato, todo se fue sumido a tu mandato; ni del cielo el color quedando queda. Sólo el aire, que labios, en moneda nuestra acuñaron firmes en su trato, no borrara tu empeño tan sensato, que ya de aires el viento carro y rueda corre loco por nubes sus espejos, dando profundidad a superficies, seguro azar, trayendo aquí lo lejos, uniendo primaveras en segundos. ¡Oh brisa, vuelve a mí, suave me inicies otra vez en sus labios, muertos mundos! |
A mi hija Elena
Una sala_comedor modesta, en Madrid. 1960. Entran Remigio, Elisa, Manuel y Carmen. Manuel lleva una maleta ajada, Carmen un paquete. Remigio se quita el abrigo, que le queda grande. ELlSA.·_ Ya estamos en casa. (Plantado en el centro de la escena, Remigio lo mira todo.) ELlSA._No es un palacio. REMIGIO._ Viniendo de donde vengo, lo es. ELlSA._(Por el abrigo.) Te queda grande. REMIGIO._Soy yo el que se ha achicado. (Sonríe.) Físicamente, se entiende. (A Manuel, que se ha quedado mirándole.) Deja la maleta. Acércate, que te vea. A pesar de que ando mal de la vista me doy cuenta de que has cambiado ... ELlSA._¡Qué cosas dices! Lo dejaste de tres años. REMIGlO._Por eso lo digo. Deja esa maleta, aunque no pese gran cosa. (Manuel se acerca. Remigio le pone las manos en los hombros.) ¡Hijo! No te puedo preguntar lo mismo. CARMEN._Estás igual que en la fotografía. REMIGIO._La última. Cinco años no son nada. CARMEN._(Abrazando a su padre.) ¡Padre, padre! ELISA._Ya tendrás tiempo de llorar. Deja a tu padre, viene muy cansado. REMIGIO._ No. Figuráos: ¡con el tiempo que he tenido para descansar! EELlSA._¿ O quieres ver el resto de la casa? RREMIGIO._Sí, aunque me la sé de memoria. CARMEN._(Secándose las lágrimas.) Si no la has visto. REMIGIO._Me basta con el plano que dibujó Manuel y la descripción que vuestra madre me hizo la última vez que le permitieron visitarme . ELISA, _Por lo menos, siéntate. Vamos a descorchar la botella de manzanilla. REMIGIO._ (A Manuel.) ¿No esperamos a tu mujer? MANUEL._ Tardará por lo menos un par de horas. No le dieron permiso para salir antes. REMIGIO._ Y tú ¿cómo te las arreglaste? MANUEL._Dije que tenía que ver a un cliente . REMIGIO._(Sonriendo.) ¿ No te atreviste a decirles que ibas a esperar a tu padre? MANUEL._¿Para qué? Demasiado saben dónde estabas. REMlGIO._Supongo que no es ninguna vergüenza . MANUEL._Desde luego. CARMEN._Para los que le emplean sí que lo es. REMIGIO._Claro. Pero supongo que no le tuvo que pedir el permiso al gerente. ,\. CARMEN._No hay mucha diferencia entre él y los demás. Son de la misma ganadería. Les conozco: trabajé allí tres meses. REMlGIO._Sí. CARMEN._¿Cómo lo sabes? REMlGIO._¿ No me lo escribiste? CARMEN._ No. llGIREMIGIO._ (Que evidentemente ha mentido.) Me lo diría tu madre. Y tú ¿cómo te las arreglaste para bajar a la estación? CARMEN._Las muelas . ELISA ._En nuestro tiempo a ningún empleado se e ocurría decir que iba a casa del dentista, a menos que tuviera un flemón y bien visible. Ahora las cosas han cambiado. Con tanta higiene puedes decir cada mes que vas a que te arreglen la boca, o ... MANUEL._Siempre es un adelanto. REMIGIO._ (A Carmen.) ¿Y cuándo tienes que volver? CARMEN._Dentro de un rato. REMIGlO._¿Te gusta tu trabajo? CARMEN._Como otro cualquiera. E ELISA._ También trabaja un par de horas por la tarde, en una clínica. C CARMEN._De perros. De verdad: con un veterinario. REMUGIO._(A Manuel.) ¿Y tú, hijo? ~ MANUEL._ No me puedo quejar. A otros les va peor. Ahora dicen que nos darán una participación de los beneficios. No será gran cosa, pero algo es algo. R REMIGIO._( A Elisa, forzando la broma.) Pero ¿vienen o no vienen esas copas? ELISA._Viéndote aquí se me va el santo al cielo. De veras ¿no quieres ver la casa? R REMIGIO._Ya te dije que sí, aunque, de verdad, lo único que me importa es la cama. (Ríe.) No es que tenga sueño. Pero es mi cama, nuestra cama. ¿Es nuestra cama, no? ELlSA._Sí. Lo único que pude sacar. R REMlGlO._Se acostumbra uno a todo, pero cuando de veras procuraba acordarme de algo deseable, lo primero que se me presentaba era la cama. ELISA_Siempre la preferiste blanda. R REMIGIO._Y me vi servido durante veintidós años. (Pausa.) Sí, hijos, sí: no hay más que veros; veintidós años. Se dice pronto. Y parece que fue ayer. C CARMEN._De veras ¿no lo pasaste tan mal, tal como asegurabas en tus cartas? R REMIGIO._ (Abrazando a sus hijos.) Pensando en un momento como éste se pueden aguantar muchos otros. CARNEN._¿Te pegaron? R REMIGlO._A mí, no. O hace tanto tiempo que no me acuerdo. (Elisa no ha dejado de mirar a su marido.) ELIA._Parece mentira que estés aquí. REMIGlO._Es una verdad a la que tendrás que acostumbrarte, (La mujer va hacia su marido, lo besa frenéticamente. Se echa a llorar en sus brazos. Los muchachos no saben qué hacer. Pausa.) MANUEL._No vas a conocer Madrid. REMIGI_Ya veremos. E ELISA._Han cambiado poco los nombres de las calles. REMIGlO._ (Mirando a su hijo.) Algo es algo. ¿Y la gente? ELISA._Ésa ha cambiado más. REMIGIO._Ya será algo menos. E ELISA_ No te hagas ilusiones. (Va al aparador, saca una botella y unos vasos. A su hijo.) Descórchala tú. R REMlGIO._Con tu permiso lo voy a hacer yo. Hace equis años que no lo hacía. (Elisa le tiende un sacacorchos. Los tres mira cómo Remigio destapa la botella y llena los vasos. Cada quien toma su copa.) REMIGIO._Salud. LOS OTROS TRES._Salud. (Beben.) REMIGIO._ (Saboreando.) ¡Vaya caldo! E ELISA._Por eso lo guardé. Lo trajo Víctor, hace tres años, cuando hablaron de la amnistía. REMIGIO._¿ Y qué vamos a comer? ELISA._(Cortando a Carmen, que va a hablar.¡ No se lo digas. REMIGIO._Ya lo sé. ELISA._No lo sabes. REMIGIO._Me lo figuro. ELISA_No te hagas ilusiones. REMIGIO._Es la segunda vez que me lo dices. ELISA._Por algo será. :\ MANUEL._ Tengo que marcharme. De veras, tengo que ver a un cliente. Sin eso me quedo sin él, la competencia anda detrás. No tardo. Pasaré a buscar a Gloria. Creo que a las dos o dos y media, a lo más tarde, estaremos aquí. Hasta luego, padre. (Se acerca, le abraza, le besa.) REMIGIO._Hasta luego hijo. MANUEL._(Saliendo.) Si Dios quiere. (Remigio se queda de piedra. Elisa se da cuenta.) ELISA_¿Qué te pasa? REMIGIO._ (Sonriendo.) Nada. E ELISA,_ Sí, algo te pasa. D REMIGIO._La falta de costumbre . ELISA._La falta de costumbre ¿de qué? REMIGIO,_De oír eso. ELISA._¿El qué? CARMEN._"Si Dios quiere". ¿No? F f REMIGIO._Sí. No es lo que solíamos decir en el presidio. Ni antes. ELlSA._Pues prepárate. REMIGIO_Ya lo sé. (De buen humor.) No me hago ilusiones. Pero no será tanto. ELISA._Según a lo que te refieras. REMIGIO._Al trabajo, por ejemplo. E ELISA._Supongo que vas a descansar algún tiempo antes de empezar a buscar algo. R REMIGIO._ ¿Te parece que no he descansado bastan te? ELISA._No creas que va a ser tan fácil. REMIGIO._¡Bah! Buenos linotipistas ... (Calla. Se mira las manos.) Y eso que, claro, en tanto tiempo, quién sabe cómo me las entenderé. Pero será cuestión de días, porque lo que es seguir de carpintero, os lo juro, eso se acabó. CARMEN._¿Y eras bueno? R REMIGIO,_Regular. Cepillaba y recordaba el teclado. Así no se puede hacer un trabajo que valga la pena. Sin contar que va mucha diferencia entre trabajar de pie a hacerlo sentado. Es esencial!. ELISA._Piden certificados, referencias. REMIGIO._ Como es natural no se los podré llevar de El Socialista. Pero, en general, no creo que la mayoría de los obreros puedan presentar otros mucho mejores. ELISA._No te preocupes. Ya tendrás tiempo. REMIGIO._Claro que sí. ELISA.._Me voy a meter un momento en la cocina. REMIGIO._ Te ayudo. Para que veas: de eso entiendo mucho más que antes. ELISA._ Te vas a estar quieto aquí. REMIGIO._ Tú mandas. (Elisa sale. A Carmen.) Ven aquí, hija. Estás muy bonita. CARMEN._Bromeas. REMIGIO._ No. C CARMEN._Hace mucho tiempo que no ves chicas guapas. R REMIGIO_Bastante. (Pausa.) Lo que me supo peor, en todos estos años, es que no pudieras seguir tu carrera. CARMEN._¡Qué le vamos a hacer! REMIGIO._¡Si yo hubiera estado aquí! CARMEN._Pero no estabas. REMIGIO._¿Lo sentiste mucho? CARMEN._Más que nada. REMIGIO._¿EI no estudiar? C CARMEN._EI que no estuvieras. Aunque, por otra parte, y perdóname, también me sentía orgullosa. R REMIGIO._ (Que no oculta su emoción.) Es la primera frase, desde que salí, que, de veras, me llega al alma. (Va hacia su hija) la abraza.) No te diré que bien valieron esos veintidó años para oírla: pero casi. ¿Y Manuel? C CARMEN._Es otra cosa. Va a lo suyo. Lo demás, los demás no le importan. REMIGIO._Pero es un buen chico. CARMEN._ Sí. Pero que no le hablen de meterse en nada. REMIGIO._¿Y tú? CARMEN._ ¿Yo? REMIGIO._¿Qué dicen tus compañeros? CARMEN ._Lo que todos. REMIGIO._¿Que esto ya no se puede aguantar? CARMEN._Bueno, ésa es la cantinela diaria, y de todo, sobre todo de los que sostienen el régimen con más tesón. No creo que sirva para maldita la cosa. REMIGIO._¿Perteneces a alguna agrupación? CARMEN._Sí, al M.N.O. REMIGIO._¿Cuántos sois? c. CAMEN_No lo sé. No muchos, desde luego. Si no fuera por esos idiotas del F. N . O . REMIGIO._¿El F. N . O.? C CARMEN._Unos socialcristianos disidentes del F .N. P. R REMIGIO._¿Qué dice tu madre de tus actividades políticas? C CARMEN ._Que estoy loca. Que no conseguiremos nada como no sea amanecer un buen día en la cárcel. REMIGIO._ Tal vez tenga razón. CARMEN._ Y eso ¿me lo dices tú? REMIGIO._ Tan divididos no haréis nada. Es natural, sois jóvenes, os falta experiencia. Hay que trabajar juntos. Como lo hacíamos allá adentro. Nunca hice una vida política más activa que en el penal. ¿Cómo ves tú las cosas, hija? CARMEN._Según: unos días, bien; otros, un asco. REMIGIO._No me parece un punto de vista muy serio. (Entra Elisa.) ELISA._¿De qué habláis? REMIGIO._ (Feliz.) De política. ELISA._¿ No te bastó? REMIGIO._No. Nunca me dijiste que Carmen ... ELISA._¿Querías que te lo escribiera? Df REMIGIO._Pero, mujer, haberme dicho algo. Que salía a mí. E ELISA_Bastante mal me sabe. Además ya hablaremos de eso, y de algo más. CARMEN._Saldrá Juan a relucir. ELISA._No sé cómo: nunca he conocido persona más apagada. CARMEN._Haz chistes. REMIGIO._¿Quién es? CARMEN._Un estudiante de arquitectura. ELISA._De segundo año, para precisar. REMIGIO._¿Y? ELISA._ÉI la ha metido en todo este lío. REMIGIO_Si ella no hubiese querido ... ELISA_Ve a saber qué hay de lo uno y de lo otro. REMIGIO._ ¿Y te parece mal? ELISA._¿El muchacho? No, si tuviese tres o cuatro años más. CARMEN._La cosa es que no los tiene. REMIGIO._ Veo difícil remediarlo. ELISA._Además ... C CARMEN._Además no estoy dispuesta a que discutamos el caso ahora, ha)'. Sin contar que no tengo tiempo. Tengo que pasar por la oficina. REMIGIO._¿Tú también? C CARMEN._La burocracia es la espina dorsal de la sociedad. Hasta luego, papá. REMIGIO_ (Suauemente.) Si Dios quiere. (Carmen besa a sus padres.) C CARMEN._Os dejo solos, a ver cómo os portáis . (Sale.) E ELISA._¿Te hubieras atrevido a hablar así a tu padres? REMIGIO._(Riendo.) En las condiciones en que estamos, tal vez. ELISA._Me vas a sacar los colores a la cara. REMIGIO._Ven acá. ELISA._Estate quieto. Ya tendremos tiempo. REMIGIO_Había intentado representarme la vuelta, muchas veces. ELISA._Haciéndote ilusiones. R REMIGIO._No. No es fácil, a su edad, acostumbrarse a tener un padre. Las cartas, para ti y para mí podían servir, sabíamos qué nos estábamos diciendo, entre líneas y en claro. Ellos, no. Si hubiésemos vuelto a la casa vieja, algún que otro vecino hubiese entrado a saludarme. Félix por lo menos. ELlSA._Lo vas a encontrar muy cambiado. REMIGlO._Igual que él a mí. ¿Sabe alguien que llegaría hoy? E ELISA._Nadie. A Dios gracias. Lo único que nos faltaría es que empezaran ya las visitas. (Suena el timbre de la puerta.) Si lo digo antes. Siempre pasa lo mismo, hablando del diablo ... Espérate, voy yo. |
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. (Sale y regresa en seguida con Carlos Gomez. Tiene la misma edad que Rémigio. Gordo.) R REMIGIO._¡Carlos! (Se abrazan, grandes palmadas.) ¡Desde Ocaña! ¿Cuándo? ¿El 43? ¿Quién te dijo ... ? CARLOS._Me avisaron. ¿Cómo estás? REMIGIO._Ya lo ves: hecho un pollo. ¡Qué gusto me da verte! Tómate una copa. CARLOS._ Ya veo que estáis celebrando. No es para menos. Veintidós años ... REMIGIO._Menos mal que lo cuento. Ya ves lo que le sucedió a Luciano. ¡ Diñarla seis meses mes de que lo soltaran! CARLOS._Mala pata. (Remigio sirve tres copas.) ELISA._ No, para mí, no. Con una que me tomé antes, basta. CARLOS._Un día es un día . REMIGIO._¡Y qué día! CARLOS ._¡Qué bien huele en esta casa! REMIGIO_Quédate a comer. CARLOS._No puedo. Pasé a verte un momento, pero tengo que hacer luego. De todas maneras se agradece. Salud. E ELISA._De salud les sirva. (Los hombres beben.) Que conste que si no se queda es porque no quiere. CARLOS ._Que conste. Sin contar que a los años mil. .. REMIGIO._No tantos. CARLOS._ ... mejor es dejarlos solos. ELISA._Ahora volverán los chicos. CARLOS ._Razón de más. ELISA._No sé insistir. CARLOS._Sí sabe. Pero, de veras, no puedo. ELISA._Entonces, con su permiso, vuelvo a lo mío. CARLOS,_No faltaba más. (Elisa sale.) Tienes suerte. (Pausa.) No todos han tenido compañeras de este temple. REMIGIO,_No han faltado. CARLOS._No lo sabes. R REMIGIO._Pues estaba en barrera de primera fila para darrne cuenta. ¿Cuántos años te echaste en chirona? CARLOS ._ Seis nada más . REMIGIO._¿Cómo están las cosas? CARLOS ._Regular tal cual. REMIGIO._Si vieras ... C CARLOS._ Me lo figuro. Mejor dicho, lo sé: tantos día, tantas noches pensando en este momento, en la libertad recobrada, en poder volver a trabajar. R REMIGIO._Sí. En poder volver a andar por la calle, en poder torcer a la derecha o a la izquierda según te dé la gana. _\. CARLOS ._Levantarse precisamente a las seis de la mañana. R REMIGIO._ No era eso lo peor. Tú lo sabes. Toda la vida se ha levantado uno temprano, por obligación. c. CARLOS ._Vendrás dispuesto a seguir haciendo lo mismo. R REMIGIO._¿Qué remedio? Ya me mantuvo el gobierno bastante tiempo y en ese empleo no hay retiro obligatorio. _\. CARLOS ._Por lo que sé y por lo que veo vienes decidido a trabajar. REMIGIO._CoMo lo dices. CARLOS ._En todo . REMIGIO._No te entiendo. e CARLOS ._" No pueden destruir el trigo sin extinguir la fecundidad de la tierra." R REMIGIO._(Estupefacto.) ¿Tú? (Alegre.) ¡Tú! ¡Formidable! ¡Estupendo! ¿Te das cuenta? ¡No te la has de dar! ¡Que te tocara precisamente a ti: No vuelvo de mi asombro ni del gusto. Otra copa. CARLOS ._Para mí, no . REMIGIO._¿No vale la pena? CARLOS._ Tomé una antes para no disgustar a Elisa. Úlcera. REMIGIO._(En lo suyo.) Pensándolo bien, es normal. ¿Por qué no tú? CARLOS ._El régimen de la cárcel no es malo para la úlceras. Salen después . REMIGIO._ Perdona. Hablaba de lo otro. CARLOS._¿Y no te han bastado veintidós años para desear estarte quieto, tranquilo, en tu casa? REMlGIO._¿Crees que se pasa toda una vida en la cárcel para eso? CARLOs._En otro mundo no digo que no. Aquí, sÍ. REMIGIO._No te entiendo. CARLOS._Pues, desgraciadamente, está muy claro. Mira, Remigio, he venido a verte para decirte, para ordenarte, que te estés quieto, que no te muevas, que no veas a nadie, que no intentes relacionarte con ninguno de nosotros. REMIGlO._ (Asombrado.) Pero ... CARLOS._No hay nada contra ti _al contrario_, como lo puedes suponer, como lo sabes. Te has portado como los mejores. REMlGIO._Y como consecuencia ... ¡No me digas más! CARLOS._Hasta que esto cambie. REMIGIO._(Amargo.) "Hasta que esto cambie." "Esto no puede durar." "Cualquier día se lo lleva la trampa." "Lo sé de buena tinta." Empecé a oír estas cantinelas a los veintiocho años. Cumplí anteayer cincuenta. Y porque me porté como debía, ahora me tengo que morir. CARLOS._¿Quién habla de eso? R REMIGIO._ Tú. ¿O crees que lo que me acabas de decir no viene a ser lo mismo? Por lo menos en el penal se pasaba uno el tiempo hablando del día de mañana. (Pausa.) CARLOS._Y dile a tu hija que ande con cuidado. REMIGIO._¿Sabes algo? C CARLOS._No. Pero basta que sea tu hija para que le sigan los pasos, para que se fijen más en ella. REMIGlO._Hasta la tercera generación ... (Hay una larga pausa. Un tranvía lejano.) REMIGlO._Ya no hay pregoneros. CARLOS._ Todavía. (Pausa.) R REMIGlO._Es igual que si mi suegra, al llegar al Paraíso, al que creía llegar volando a pies juntillas, se hubiese encontrado en el infierno sin haberlo comido ni bebido. C CARLOS._ Tampoco exageres ... Digamos en el purgatorio. REMIGIO._¿Todavía no he purgado bastante pena? CARLOS._Las cosas son así. ¿De qué nos sirve discutirlas? REMIGIO._Por lo visto es lo único que me queda. CARLOS._Y aún así, ándate con cuidado. REMIGtO._¿N o hay otra salida? CARLOS._No la hay, por hoy. REMIGlO._¿Y mañana? CARLOS._No soy profeta. RREMIGIO._Por lo visto hay que estar en la cárcel para serlo. CARLOS ._Es posible. ucro REMIGIO._Las celdas son buenas anteojeras: no ve uno no más que lo que quiere. CARLOS._ No te desesperes. No sirve para maldita cosa. Al fin y al cabo ya estás libre. REMIGIO._¿Para qué? (Pausa.) Te tendrás que marchar. No creo que te convenga ... CARLOS._Que nos convenga ... REMIGIO._Que estés aquí tanto tiempo ... CARLOS ._ Todavía no ha llegado a la Dirección General la notificación de tu llegada. Será cuestión de dos o tres días. Ya lo sabes, por el momento: mutis. Adiós, Remigio. ( Se dan la mano. Carlos sale.)
REMIGIO._Mutis. (Se sienta) totalmente desalentado. Pausa. Mira lentamente a su alrededor, Entra Elisa.)
ELISA._¿Y Carlos? )[lGIO._¿No lo ves? REMIGIO._ ¿No lo ves? ELISA._No. REMIGIO._Entonces, si no miente la lógica, que no suele hacerlo, se fue. ELISA._¿Sin despedirse? REMIGIO._ Tiene otras cosas en qué pensar. ELISA._¿Habéis reñido? REMIGIO._¡A qué santo! ELISA._¿Entonces? REMIGIO._ Jada. ELISA._Si no quieres hablar, eres muy dueño. REMIGIO._ (Amargo.) Sí, muy dueño de no hacer nada. (Pausa.) ¿Sabes a qué vino Carlos? ELISA._No. REMIGIO._A decirme eso: que no hiciera nada. ELISA._¿Te van a mantener? R REMIGIO._No se trata de eso. Durante más de veinte años he estado haciéndome la ilusión _en la cárcel, en los calabozos, en los patios, en el frío: el frío es siempre lo peor_, estuve haciéndome la ilusión de que al salir... (Se queda callado, mirándola.) E ELISA._De que al salir no habrían pasado los años, de que seguías siendo el mismo. Y te encuentras con una vieja. REMIGIO._No digas tonterías. ELISA._¿A eso llamas tontería? REMIGIO._Sí. Porque para mí sigues _lo oyes bien_ sigues siendo la misma. Y lo eres. (Va a ella, la abraza, la besa.) ELISA._(Defendiéndose.) No mientas. R REMIGIO._¿Necesitas que te lo jure? No es eso, ¡si todo fuera como eso! ELISA._ (Herida.) Muchas gracias. R REMIGIO._No me hagas las cosas más difíciles todavía. Estoy muerto. ¿Te das cuenta? Muerto, quemado, dilo como quieras. No puedo ver a nadie, no me puedo relacionar con nadie, no debo volver a ver a nadie, y menos a mis amigos, y más si piensan como yo. Si es que tuve alguna vez otros. ELISA._Pero, ¡es una barbaridad! ¡No hagas caso! REMIGIO._¿Córno no voy a hacer caso? E ELlSA.~¿Y para eso te has pasado toda la vida en la cárcel? R REMIGIO._Para eso, precisamente, no. Pero así vienen las cosas. No las escoge uno. ELISA._¿Y te vas a conformar? REMIGIO._¿Qué quieres? ¿Que sirva de gancho? ELISA._Yendo con cuidado ... REMIGIO._¿Crees que son tontos? No. Tengo que no ocuparme de nada, no hablar de nada. cerrar los oídos, la boca, los ojos a cal y canto. No te preocupes, seguramente no soy el único, I. ELISA._Pero así no se va a ninguna parte. REMIGIO._ No te lo discuto. Además, desde hoy no voy a discutir nada, absolutamente nada. ELISA._ Ya te dije que no te hicieras ilusiones. REMIGIO._¡Si no eran ilusiones! ELISA._¿Y qué vamos a hacer? REMIGIO._(Tras mirarla largamente.) Querernos. Callando, no sea que se entere la gente y nos denuncie por ser felices. ELISA._¿Podrás serlo? REMIGIO._Daría cualquier cosa por saberlo. TELÓN
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