Poetas anónimos del XVI-XVII

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En la mar

No me mueve, mi Dios para quererte...

Al Todopoderoso

Final Feliz

Viendo una dama ...

Tú, rábano piadoso...

Debajo d eun olivo...

 

Fiebre es mi fiebre...

Seguidillas

Mujer, aunque sintáis lo que yo quiero...

Copla

Levante mi carajo...

Es largo como un palmo...

A la orilla del agua estando un día...

 

Rapándoselo estaba...

 

Afición por la mujer

Un tuerto en su mujer

Fray Antón

A Baltasar de Angulo, indiano...

De un ébano sutil...

Estaba una fregona por enero...

Letra

Tenéis, señora, en la graciosa boca...

Villancico

Ceguedad de un amante

Deje el alma, que es libre...

El cabello negro...

 

En la mar ( Poema sefardí )

  En la mar hay una torre,

en la torre una ventana,

en la ventana una paloma

que a los marineros llama.

Dame tu mano, paloma

quiero subir ande ti,

me han dixo qui durmis sola

quiero durmir yo con ti.

Si la mar fuera de leche

y yo fuira piscador

piscaría los míos males

con palabricas de amor

                                       

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No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

 

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 Unamuno

Antonio Machado

José Bergamín

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AL TODOPODEROSO

¿En dónde estás, Señor, que tu presencia

no se muestra a la faz del descreído

que, sin temor a Ti, cual forajido,

despoja y viola y mata sin conciencia?...

¿Dónde están tu justicia y providencia

que no amparan al pobre, al oprimido,

y del rey, del magnate y del valido

consientes la feroz concupiscencia?...

¿No somos, ante ti, todos hermanos?

Si lo somos, ¿por qué no ser iguales,

en la vida lo mismo que en la muerte?...

¡Mientras existan siervos y tiranos

y en la Tierra consientas tantos males,

no acabaré, Señor, de comprenderte!...

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Final feliz
Los ojos vueltos, que del negro dellos
muy poco o casi nada parecía,
y la divina boca helada y fría,
bañados en sudor rostro y cabellos,
las blancas piernas y los brazos bellos,
con que al mozo en mil lazos envolvía,
ya Venus fatigados los tenía,
remisos, sin mostrar vigor en ellos.
Adonis, cuando vio llegado el punto
de echar con dulce fin cosas aparte,
dijo: «No ceses, diosa, anda, señora,
no dejes de mene... », y no dijo «arte»,
que el aliento y la voz le faltó junto,
y el dulce juego feneció a la hora.

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Viendo una dama que un galán moría,
padeciendo por ella gran tormento,
concertó de metelle en su aposento
para poner remate en su porfía.

Veniendo pues el concertado día,
o por mucha vergüenza, o gran tormento,
no pudo alzar cabeza el istrumento
para los dos formar dulce harmonía.

Ella, viéndole, dijo: "¿Tal ansina?
¿Antes tantas recuestas y alcahuetas,
y agora no hacer? Ya me admira."

El respondió con voz mansa y mohína:
"Debe de ser de casta de escopetas,
pues cuanto más caliente menos tira."

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Tú, rábano piadoso, en este día
visopija serás en mi trabajo;
serás lugarteniente de un carajo,
mi marido serás, legumbre mía.
Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre me pedía.
Ya entraste, mas las hojas quedan fuera.
Pues ¿qué han hecho las hojas a mi papo,
que no han de entrar, si es él el que lo pierde?
Las hojas entren, y ojalá viniera
el ramal de fray Lucas, de solapo,
y diérase mi coño un gentil verde.

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Debajo de un olivo fructuoso
por do se van mil vides retorciendo,
con gran lujuria vide estar hodiendo
a una dama un galán furioso.
Ella los pies al cielo luminoso tiene,
con que en los lomos le va hiriendo,
y con dulces meneos va haciendo
se encienda más el fuego lujurioso.
Y al derramar la esperma y regucijo,
dijo el galán: " Mi vida, pues acabo,
si puedes di aceituna" y quedó mudo.
Ella, que sin compás menea el rabo,
“Acei..., acei..., acei..., aceite” dijo,
que decir “aceituna” nunca pudo.

 

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Fiebre es mi fiebre que en el frío se fragua,

fiebre de fe que inflama con fragancias

la flor que flota feble sobre el agua

de mi fragilidad hecha sustancia.

Llave es de mi falleba abandonada,

pues no hallé mejor llave para ella

cuando en tormento ardía, tan callada,

y ausente de la cosa, tan sin huella.

Es tan dulce folgar en tal estancia

que no me importa si en la vía fallada

en folla estoy, que una alfaguara sella

con su vigor las sequedades rancias

que el Maligno metiera con su nada

en la cueva dónde hay visión de estrellas.

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Seguidillas


A Tendilla se parte

 la niña bella;
el galán no a Tendilla,

sino a tendella.
+++
¡Ay, Jesús que me mata!

 ¡Quítenme este hombre,
que huele a marido

 toda la noche!
+++
Divina Belisa,

niña de perlas,
déjame que te ensarte,

 no te me pierdas.
+++
Como ya no se usan

 los virgos, madre,
uno que tenía

 dile de balde.
+++
Vete poco a poco,

 Juan de mi alma,
que si soy tardona

 la noche es larga.
+++
Tiénelo tan ancho

 la mi morena
que no sé si esta dentro

 o si está fuera.
+++
¡Ay que para arriba

 y para abajo
hacen su efecto el coño

 y el carajo!

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Mujer, aunque sintáis lo que yo quiero,

de agora para siempre os amonesto

que no os pongáis a punto tan de presto,

ni luego me metáis por el sendero.

 Dejádmele buscar a mí primero;

haced como que voz no dais en esto;

haced que como a hombre que es molesto

me deis entrada con semblante fiero.

 Si vos de mí sois luego sujetada,

piérdese la mitad de todo el gusto;

no sabe mucho lo que poco cuesta,

 y aquello que otras veces a la entrada,

y como dicen, suele entrar muy justo,

entra más flojo que madeja en cesta.

 

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Copla

¡Agua, dadle agua,
quel fuego está en la fragua!
Estábase la moza
despaldas en el lecho
las piernas abiertas,
y, mirando al techo,
dice con despecho:
“Agua, balde agua,
quel fuego está en la fragua!”
...Toda se comía
en grande manera,
quel dedo metía
por la hurgonera.
Llorando decía
con voz lastimera:
“¡Agua, balde agua,
quel fuego esta en la fragua!”
Hácese pedazos,
toda se desuella;
quería los brazos
meter por la mella,
dando esta querella:
“¡Agua, dadle agua,
quel fuego está en la fragua!”...

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Levante mi carajo.
¿Cómo que el brazo cuando quiero bajo
y que levanto cuando quiero un dedo,
y sólo cuando quiero nunca puedo
hacer que se levante mi carajo?
¿Estoy devoto o tengo algún trabajo?
Aquesto es devoción, o estoy con miedo:
arrecha adrede, y estaráse quedo
cuando con buena moza me barajo.
Sin duda son república apartada
la pija y los hermanos compañones;
su voluntad se tiene el miembrecillo:
suele hoder entre sueños la frazada,
y remojar la sábana y colchones,
y deja en seco a quien podrá sentillo.

 

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Es largo como un palmo,
tieso cuanto puede ser,
con pelos a la redonda,
y se carga y descarga
en poder de una mujer.
Pelusa por fuera,
pelusa por dentro:
alza la pierna

y métela dentro.
+++
Carne nació sin gueso
lo que en la mano tomastes,
y luego se puso tieso.
Espántome mucho de eso,
que una mujer honrada
sea tan aficionada
a palpar carne sin hueso.
Entre dueñas y casadas
preguntan doncellas tiernas
qué es aqueso que, acostadas,
les meten entre las piernas:
es largo, liso, redondo
y con un horado al cabo,
y va, de zumo cargado,
y descarga en lo hondo.

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A la orilla del agua estando un día,

 ajena de cuidado, una hermosa

 de mirarse su infierno deseosa,

 por verse sola allí sin compañía

  la saya alzó que ver se lo impedía

 y pagada de ver tan rica cosa,

 le dice con voz mansa y amorosa

 que de dentro del alma le salía:

 " Por vos soy yo de tantos requebrada,

 por vos me dan aljorcas, gargantilla,

 chapines, saya y manto para el frío.

 Un beso quiero daros". Y abajada

 a darle, por estar tan a la orilla,

 trompicó de cabeza y dio en el río.

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Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.
Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.
Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego.
Mas como conoció no ser de veras,
dijo: «¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo?
Que no es ésta la leña deste fuego».

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Afición por la mujer
Ninguna mujer hay que yo no quiera,
a todas amo y soy aficionado;
de toda suerte, condición y estado,
todas las amo y quiero en su manera.
Adoro la amorosa y la austera,
por la discreta y simple soy penado,
y por morena y blanca enamorado,
ora sea casada, ora soltera.
Todo lo que Dios cría es buena cosa,
tan mujer es aquésta como aquélla
lo que tiene la una, la otra tiene.
Agora sea fea, agora hermosa,
siempre es tenella por hermosa y bella,
que en la mujer el hombre se conviene.

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Un tuerto en su mujer no halló el despojo

y habíanle dicho que doncella era;

andaba cual paloma arrulladora,

porque otro había labrado en su rastrojo.

Ella le dijo: “No tan grande enojo,

señor marido, no de esta manera,

que si a vuestro poder no vine entera,

ni vos al mío, pues os falta un ojo”.

Él respondió, con voz algo turbada:

“Esto hicieron en mí mis enemigos,

mas al fin lo pagaron con matarlos”.

Ella dijo: “Yo fui mejor librada,

pues esto me causaron mi amigos,

y yo les di la vida en remediarlos”.

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Fray Antón
No me le digáis mal,
madre, a Fray Antón;
no me le digáis mal,
que le tengo en devoción.
Madre, yo no niego
que él burla conmigo,
y de aqueste juego
siempre le castigo;
mil veces le digo:
«¡Padre, tentación!»
no me le digáis mal,
que le tengo en devoción.
Cuando estamos juntos
ambos de rodillas,
sácame por puntos
algunas cosillas;
háceme cosquillas
en el corazón.
No me le digáis mal,
que le tengo en devoción.
Yo tengo reposo
con su Reverencia,
que tiene presencia
de buen religioso;
aunque es peligroso
en mi salvación,
no me te digáis mal,
que le tengo en devoción.
Es fraile polido
de muy lindo talle,
que desde la calle
viene apercebido;
arroja el vestido,
y queda en jubón;
no me le digáis mal,
que le tengo en devoción.
Cuando quiere entrar
viene muy honesto,
mesurado el gesto
por disimular:
háceme turbar
su Visitación;
no me le digáis mal,
que le tengo en devoción.

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A Baltasar de Angulo, indiano.

En la nación holandesa

al culo le llaman «cri»,

porque el explicarlo así

en su idioma se profesa.

Mas la lengua portuguesa,

que tanto te agrada, Angulo,

con recato y disimulo

al ojo le llaman «ollo».

«Ollo» y «cri» dicen «crïollo»

y «crïollo», ojo de culo.

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De un ébano sutil dos bellas piernas,

bellas del vello que las tapa y cubre,

una arrugada y descarnada ubre,

dos secas nalgas y húmedas cavernas.

Un pecho de tablón, y dos mal tiernas

castraduras de macho que descubre;

un brazo de nogal, que al mes de octubre

pronostica las cosas más internas:

Un pálido color de quinta angustia,

a puro azogue conservado y hecho;

un listón por la frente atado al justo;

una severidad marchita y mustia

me abrasa el alma, y me consume el pecho

tal es la fuerza de un bellaco gusto.

(Atribuido a Quevedo)

 

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Estaba una fregona por enero

metida hasta los muslos en el río,

lavando paños con tal donaire y brío

que mil necios traía al retortero.

Un cierto conde, alegre y placentero,

le preguntó por gracia si hacía frío.

Respondió la fregona: "Señor mío,

siempre llevo conmigo yo un brasero».

El conde, que era astuto, y supo dónde,

le dijo, haciendo rueda como pavo,

que le encendiese un cirio que traía.

y dijo entonces la fregona al conde,

 alzándose las faldas hasta el rabo:

«Pues sople este tizón Vueseñoría»

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Letra
Si osase decir mi boca
lo que siente el alma mía,
señora, tocar querría
donde la camisa os toca.
No es mucho no tener tasa
este temor de perderos,
pues, señora, en el quereros
de la misma suerte pasa:
desde el chapín a la boca
os adora el alma mía,
y sólo tocar querría
donde la camisa os toca.
Si os viese yo, mi señora,
y sin camisa os tocase,
y otro bien no desease
aquesta alma que os adora,
y entonces ojos y boca
tocase la boca mía,
lo demás yo tocaría
donde la camisa os toca.
Siento yo extrañamente
de ver que os está tocando,
y con morir deseando
lo que ella goza y no siente;
pues diferencia hay poca
de su tocadura y mía,
señora, tocar querría
donde la camisa toca.
 

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Tenéis, señora, en la graciosa boca

tan bella y soberana compostura,

que es de mi alma la mayor cordura

vivir por ella rematada y loca.

¡Mil veces dichosísimo quien toca

lugar tan bello y goza su dulzura!,

pues a mí la paciencia y la cordura

con sólo contemplarlo se me apoca;

y es esto en tanto extremo, que, aunque el hombre

que en una cosa honesta, santa o bella

pone la boca tiene infame nombre,

vuestra boca me obliga a apetecella;

de suerte que, aunque cobre este renombre,

yo quisiera poner mi boca en ella.

 

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VILLANCICO

¡Quedito! No me toquéis,
entrañas mías,
que tenéis las manos frías.
Yo os doy mi fe que venis
esta noche tan helado,
que, si vos no lo sentís,
de sentido estáis privado.
No toquéis en lo vedado,
entrañas mías,
que tenéis las manos frías

 

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CEGUEDAD DE UN AMANTE

Desconsolada, lánguida, caída
sobre la faz tristísima del viento,
en nube, en luto, en caos soñoliento,
la alma del mundo está despavorida.
Al hielo la ave y el terror rendida,
no canta el río, calla descontento;
van las estrellas por el firmamento
perezosas y negras y sin vida.
¡Qué dormido, qué solo que está el mundo!
Ni el páramo más triste se lamenta;
el mar no se oye, el aire está parado.
Las horas pasan con horror profundo.
¿Y yo canto en imagen tan violenta?
Sí, que estoy loco yo y enamorado.

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 A la sombra de mis cabellos

mi querido se adurmió.

¿si le recordaré o no?

 Peinaba yo mis cabellos

con cuidado cada día

y el viento los esparcía,

robándome los más bellos,

y a su soplo y sombra dellos

mi querido se adurmió,

si le recordaré  o no.

Dícenme que la de pena

el ser en extremo ingrata,

que le da vida y le mata

esta mi color morena,

y llamándome sirena,

él junto a mí se adurmió,

¿si le recordaré o no?

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 Deje el alma, que es libre,

señor alcalde,

deje el alma, que es libre,

y el cuerpo guarde.

 Deje que mis ojos

entre estas rejas

al cuerpo cautivo

sirvan de lenguas;

nadie los detenga,

mirando hablen,

deje el alma, que es libre…

No  prende las almas

quien prende el cuerpo,

que el alma se rinde

sólo al deseo;

y amor es el dueño

de aquesta cárcel.

Deje el alma, que es libre,

señor alcalde,

deje el alma, que es libre,

y el cuerpo guarde.

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 El cabello negro

y la niña blanca,

entre nubes negras

parece el alba.

 Al alba parece,

pareciendo ella

el alba más bella

que el sol nos ofrece,

mas aunque amanece

bella y alada,

entre nubes negras

parece el alba.

Por aquel cabello

ilustre que peina,

ella es de amor reina

y corona es ello.

Alabastro el cuello,

nieve la cara;

entre nubes negras

parece el alba.

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