Rafael de Cózar |
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Por esperar mi sueño desespero padeciendo la larga madrugada, con la luz del farol en la fachada y el corazón herido en el alero. Ya no espero esta noche que la nada se reencuentre de nuevo con su dueño. Si la vida, como dicen, es sueño, tengo entonces perdida otra jornada. En mi agenda me apunto las heridas de las noches que llevo y que me quedan aguardando las sombras del demonio. Ya sabes que es inútil que lo pidas pues los sueños que sueñas que te esperan
son los sueños de amor: este es tu insomnio.
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Es ya tarde. El sueño que no llega ha dejado impresas nuestras voces y casi sobra decirte, ya conoces ese áspero sabor que nos inquieta las encías en los rigores finales de la ausencia. Entre Chinatown y River Side los ángeles guardianes del subway colectarán mis sueños esta noche hasta el borde de la calle 42, Theater district, prostitutas iluminadas de neón o el carro blindado de los turistas en las húmedas sendas de Harlem, salamandras de cartón ateridas en la hoguera eléctrica de la ciudad sin fin, aquel pequeño bar de Chinatown, los vientres abiertos de las tiendas chinas derramando las aceras, Little Italy, blancas corbatas de las familias embutidas en extensas limousines, un vino blanco vendido en español con impuesto de inmigrante y la tristeza colgando de los labios... |
He rozado su imagen con la misma dentadura de los sueños antiguos, he dibujado los perfiles de su piel con idéntica nostalgia de aquellas tardes en las playas del sur. He retocado la suave dejadez de su cabello construyéndolo al modo que me gusta y le he ido tomando el pulso a las doradas venas de su frente como si pudiera dejar en ella una especie de rúbrica definitiva...
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Ella duerme ahora, yo te escribo al borde de Columbia, tal vez acaso donde Federico y procurando apenas un acento de ficción. Necesito decirte que preciso aplacar el instinto entre los dedos y este deseo que me hierve la rabia de la razón o la conciencia de que el tiempo arrastra de nuestra casa los años convividos, que en esa maleta vieja persistirán los últimos objetos doliendo su presencia, que tras las páginas de estos edificios nos quedan tal vez ya pocas horas y que este frío enumera los pasos del reloj latiéndonos los dientes... |
en el horario detenido del amanecer, la luz recorta las sombras como un blanco cuchillo de azúcar untándola de oro A esas horas, mi amante transparente me ronda como un fantasma azul asustándome los sueños y las cosas.
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volvió de nuevo a visitarme. Hablamos y bebimos de todas las botellas, revivimos las huellas de aquellos amores pasados y presentes, los sueños y las voces que perdimos en los ecos sonoros de la memoria. Revisamos los años con los dedos, los huecos de las casas y las cosas, los errores y amigos cometidos, las frases a destiempo y las risas rodadas por la alfombra. La madrugada entonces inundó las sábanas. Terminé por contarle los últimos relatos que leí y al fin se me durmió en los brazos abrigada tan sólo por la cálida chaqueta de mi piel... |
piel de melocotón, dulce ciruela en las sienes, dos almendras en los ojos, roja sandía en los labios, y los pechos de melón, mosto dorado el cabello, de verdura la cintura, dunas de arena la espalda la cadera pulpa de pera y el corazón de limón. A los postres de la noche, sobre la cama deshecha, ya solitaria y ambigua me viene a la boca el sabor de mi frutal novia antigua y me asusta la sospecha de haber cubierto la fecha de consumo y caducidad.. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE EL CUERPO FEMENINO y AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE FRUTOS Y ÁRBOLES |
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