Carlos Álvarez

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Diálogo en la orilla

En la taberna

Alguna vez me sorprendió la noche...

Lección de Historia

Canción del pescador

En homenaje al Ché

En el hombre ver solo su firmeza

Desde Carabanchel

Veintisiete de Septiembre

Romancillo  del monstruo de Frankestein

Mirad la luna...

Mareas de mi sangre

Tierra de Campos

Quisiera que mi verso pareciera...

Palabras finales para Julián Hernández

Teoría del amor

Faetón

Tiresias

Doble visión de Patroclo

Si en el lago a la ondina...

Poemilla del otoño

Coloquio con un árbol

Pequeño poema a Sancho

Canción de CC OO

DIÁLOGO EN LA ORILLA

_ ¿De dónde vienes, hermano?

_ Hermano, vengo del mar.

_Y yo vengo de la tierra;

 de la tierra: de sudar.

_ La tierra vengo buscando.

_ Y yo voy buscando el mar

porque en tierra he sido esclavo.

_ Yo he sido esclavo en el mar.

 _ La tierra, hermano, te guarde.

 _ Hermano, guárdete el mar.

( de LOS POEMAS DEL BARDO)

 

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EN LA TABERNA

Pero a veces las cosas no resultan tan claras.

Abandono las calles del centro, y las afueras

me acogen con su clima de misterio

y el tenue parpadeo de sus luces escasas,

y entonces, ante un vaso,

con los amigos viejos y los amigos nuevos,

en la tasca del barrio, cuando muere el crepúsculo

y el vino más barato nos inunda de besos,

(huésped agradecido de los labios

pero que quiere ver, como hermano indiscreto,

la sombra más oculta

y el rincón más lejano del corazón despierto)

entonces, ante un vaso, me embriagan las palabras

 de los amigos viejos y los amigos nuevos:

_De acuerdo estoy en todo lo que dices ...

_Estamos convencidos, compañero ...

_Lo que piensas, muchacho, es muy hermoso ...

_El momento, verás, ya no está lejos ...

Y cuando, ya borracho de escuchar los abrazos,

 y de apretar palabras, y de beber ensueños,

abandono a los míos y me lanzo a la noche

ya no sé si dormido, ya no sé si despierto,

las cosas me resultan cada vez menos claras...

Porque si bien es cierto que es muy cil

encontrar la palabra donde estamos de acuerdo,

el hambre no se cansa de andar por nuestras calles,

y continúa el barro, y el hastío, y el miedo.

 

 

Alguna vez me sorprendió la noche

 muy lejos de mi mismo, en el camino

mil veces transitado

que empieza en dos premisas ya olvidadas

 y desemboca siempre en el vacío.

Es hermoso pisar la carretera

o escuchar el crujido de la rama

dormida en el sendero,

cuando se tiene por delante un a

al margen reposado del trabajo,

y comienza el silencio a posarse en los árboles,

y el pecho está sereno y tu momento es tuyo,

y puedes largamente

permitirte el placer de dejar que se pierdan

tus pasos y tus sueños

por el más amplio mar, sin que vigile

tu marcha otro mirar que el de la estrella.

Si acaso lo consigues, es posible

que pienses un momento

al escuchar la música del río,

al contemplar el lienzo de la noche,

que en verdad es magnífico y perfecto

 el mundo en que vivimos, y admirable

 su belleza templada y apacible.

Pero entonces acaso,

cuando el aire es más límpido y más noble

 el curso sosegado del arroyo

y el gozo que del pecho fue a tus labios

y completó el paisaje sorprendido,

ocurre acaso entonces

que el ladrido de un perro vagabundo

se enfrenta con la noche, y es bastante

la imagen que se cruza para hacer que despiertes

y una mano te coja por el brazo

clavándote en cualquier encrucijada,

y te indique el semáforo alumbrado

en el rincón más hondo del cerebro

 que conduzcas despacio tus premisas

 porque, aunque el bosque es amplio,

la noche no desborda su mensaje de sueños

 con la misma medida en cada brote

nacido de la tierra,

y no lejos de ti se halla el hermano

 a quien le está prohibido

disfrutar del dormido y admirable

nocturno acompasado de los campos.

( de LOS POEMAS DEL BARDO)

 

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Lección de Historia

A Blas de Otero                    

  Dicen que el año mil novecientos treinta y tantos

la tierra de mi patria dejó de ser de tierra,

porque se convirtió en un suelo estéril

enemigo del trigo y de la lluvia;

que los ríos perdieron temblor y transparencia,

y supieron la forma concreta de la muerte;

que las noches no fueron compañeras del viento,

y los robles doblaron su medrosa estatura

temerosos de una bala perdida...

(mejor se entierra el plomo tras el pecho de un árbol

que entre las jóvenes ramas del hombre,

y mejor todavía

en la corteza muda de la tierra, en las minas...).

También dicen que en tiempos muy lejanos,

siglos y siglos antes del sputnik primero,

pero siglos más tarde

de que el hombre lograra que el sudor de otro hombre

llegara hasta sus manos con el brillo del oro,

también dicen que entonces

los ríos se secaron y el aire se hizo espeso

alguna vez en Gilboé y en Hiksos,

y en la llanura encrespada

de Maratón, bajo el cielo de Grecia.

No sé, yo no recuerdo.

Ni me teñí las manos con sangre filistea,

ni me importaron nada la ambición de Alejandro

ni la sed insaciable de Darío...

y del duelo entre Oriente y Occidente

_ese duelo pendiente todavía

según dice la prensa_,

del duelo entre Persépolis y Atenas,

ya sólo me interesa la hazaña del atleta

que corrió sin descanso

desde la última herida de lanza

hasta el canto primero del pueblo alborozado.

Son cosas ya pasadas:

historias de otros tiempos y otros hombres:

de los hombres que lucharon en Troya

o que sintieron miedo en las trincheras

unos minutos antes del combate en el Ebro...

Yo no sé de esas cosas:

yo soy un hombre que ha nacido más tarde,

alejado en el tiempo de Brunete y Guernika;

alejado del odio por amor a la tierra...

amigo de la tierra y enemigo del odio.

( de LOS POEMAS DEL BARDO)

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CANCIÓN DEL PESCADOR.

Tengo las redes llenas,

(manos vacías.)

Las redes son del amo,

las manos, mías.

Estaba el mar vacío

bajo la noche;

con sudor lo llenamos

los pescadores.

Está el campo sombrío

de madrugada;

con las manos hacemos

la luz del alba.

¡Cuándo será la tierra

tuya en tus manos;

tuyas la barca y  redes,

 y el mar tu esclavo!

(de Tiempo de siega y Otras Yerbas)

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EN HOMENAJE AL CHÉ

  Como aquél que demuestra su teorema

sobre un negro encerado, demostraste

tu verdad matemática, Guevara,

con la sangre del Ché.

                                 Verde Bolivia

y Ernesto el argentino y el cubano

y el sudamericano y el humano...

conjunción de un paisaje y un mensaje

casualmente en Octubre, casualmente

medio siglo después.

                               Ya no es posible

dudar de que la rosa no otra cosa

persigue que entregarse hecha perfume,

ni el agua un premio busca diferente

de apagarnos la sed...

                                 indefinible

momento de la envidia, ¿qué invisible

razón podrás hallar a lo evidente?

Que aquél que lucha lucha porque lucha,

y que el que sabe amar es porque sabe

sencillamente amar, tan sólo amar...

 amarga la batalla y su porqué

si, para amordazar a la ironía,

fuera preciso recorrer un día

los caminos del Ché.

             ( de Como la espuma lucha con la roca)

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En el hombre ver solo su firmeza

y en la mujer su eterna maravilla,

o entre lo recio descubrir la arcilla

y el gusano en la efímera belleza.

El áncora clavar en la certeza

de la roca apresada por la quilla,

 o captar en la música sencilla

del flautín vagabundo su nobleza.

Lo soñado o lo cierto: la campana

 o el martillo tenaz. El peregrino

bien conoce que es uno su sendero.

Jugué a los dos a un tiempo, y la mañana

volvió tristeza la ilusión del vino

que me trajo a esta fiebre prisionero.

(de LA CAMPANA Y EL MARTILLO PAGAN AL CABALLO BLANCO)

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 Desde Carabanchel

A José Luis Gallego

Te cuento con tu estilo en un soneto

que estoy en huelga de hambre y en la cárcel.

Ya sabes lo que es eso, que  la cárcel

la conociste bien. (Como el soneto)

Ya sé que no podré con un soneto

derribar las murallas de la cárcel.

Mas queda la interior, y de esa cárcel

sí salta sus cerrojos mi soneto.

Todo sigue lo mismo que tú sabes:

el mármol que al sepulcro te sujeta,

el vacío de amor por compañero...

Pero igual que yo mismo tú lo sabes:

se hundirá el pedregal que me sujeta,

y volveré a la vida, compañero.

            (De Versos de un tiempo sombrío)

 

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          VEINTISIETE DE SEPTIEMBRE

Mientras luchaba yo con mi cabeza

doliente en una celda de castigo,

de madrugada descuajaron trigo

de cinco espigas jóvenes. Nobleza

 y error ya irreversibles. No hay belleza.

No hay ninguna belleza en lo que digo.

Cinco cuerpos de piedra por testigo

pongo sobre este abismo de vileza.

 España, patria mía, ¿por qué ofreces

ese semblante trágico al que intenta

reflejar en sus ojos tu hermosura?

 Muéstranos el desnudo en que amaneces

quitándote la máscara sangrienta

que tu sereno rostro desfigura. 

   (de Cantos y cuentos oscuros)

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ROMANCILLO DEL MONSTRUO DE FRAKENSTEIN

Se llamaba Frank Stein.

Nació pobre; como un árbol,

sembrado estuvo en la tierra...

después lo desarraigaron

para hacer de su madera

la jaula donde encerrarlo.

Vino el niño Frank al mundo

para ser precio barato

cuando pusiera a la venta

su fatiga en el mercado;

mas, como creció tan recio

y eran de acero sus brazos,

los que con él traficaban

supieron utilizarlo

también como vigilante

del sudor de sus hermanos.

Por eso, cuando contemplan

desde arriba lo de abajo,

se hacen guiños los planetas

y bailan alborozados

al ver cómo en las ciudades,

sobre la mar y en los campos,

hay un orden inmutable

para siempre asegurado,

pues tiene Frank la herramienta

y Stein un rifle en la mano.

(de AULLIDO DE LICÁNTROPO)

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Mirad la luna, atenta, atentamente

mirad la luna. Brilla. Está colgada

de un árbol que conozco...

_una mujer, un hombre, una serpiente_

...el equilibrio a punto de ser roto,

la cuerda floja encima del abismo,

y un mundo muy extraño bajo el pozo.

Bastará que algo brille,

que la sangre se agolpe, poco a poco,

que pase una gacela,

que traiga el viento carne hasta mi olfato

de lobo...

           manos de vello negro,

           dientes de aguda garra

           entre mis poros,

           garras de diente agudo

           gritos en que se afila

           mi alborozo...

           la caricia el zarpazo,

           la palabra el aullido.

           Canto y corro.

 (La luna desprendida de los árboles

se baña, sangre de gacela, en rojo)

                     (de AULLIDO DE LICÁNTROPO)

 

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MAREAS DE MI SANGRE

 

El mar es una playa sin memoria.

No recuerda su curso cuando, río,

bajaba entre peñascos o, en reposo,

deslizaba sus venas entre frondas

amables, y  fraterno derramaba

su frescor hasta hundirse y desmayarse

después de dar el pan. El mar es una

promesa ya cumplida, un gran abrazo

que simboliza el gesto que perdona.

Si no tiene memoria es porque tiene

la euforia del borracho. Y no recuerda

la cala pequeñísima del yo

que le encerró en un mínimo destino

del que pudo escapar al mismo centro

del pronombre plural y solidario.

No es el mar

un avaro que cuenta sus monedas

y a solas se masturba en la penumbra

de su escondido calcetín huidizo,

y en un rincón vigila la rendija

del tragaluz en donde el aire niega

la entrada. Que es el mar

amplio vuelo de albatros, vela al viento,

corazón rebosante, jubilosa

canción coral donde el amor se inflama.

 Pero el mar es un río sin memoria.

Y si tiene la euforia del borracho

carece de esa mínima tristeza

donde se reconoce el yo pequeño,

singular, entrañable, siempre humano

donde alienta la propia certidumbre...

que nos permite estar. Por la que somos.

                     (de Memoria del malentendido)

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TIERRA DE CAMPOS

Le llamaron folklore a la miseria

y reserva moral al abandono;

le llamaron virtud a la ignorancia,

pecado al horizonte...

Se desnudó de mar y echó sus anclas

 a lo interior Castilla;

su impulso de expansión trocó en amarga

lección de narcisismo, y, por creerse

señora de la luz, cerró ventanas

a la canción del viento y al mensaje

forastero del agua.

Así vivió en sí misma la meseta,

como la luz de sus contornos, plana.

¡Oh anacrónica monja de clausura

que medita su calma rutinaria

protegida por tocas ancestrales...

oh arruga invertebrada!

Silencio de una tierra ardiente y vieja

que por caminos lentos se desangra.

(de TIEMPO DE SIEGA Y OTRAS YERBAS)

 

 

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Quisiera que mi verso pareciera

como el surco quemado de Castilla:

agrio y sediento de gritar por fuera;

por dentro, la semilla.

 

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PALABRAS FINALES PARA JULIÁN HERNÁNDEZ

 No es verdad que la muerte sea un silencio blanco,

un encalado muro de soledad vacía;

no solamente un rostro sin arrugas ni tiempo

ni una gota es la muerte camino del olvido.

La muerte es la criatura de un dios que piensa en ella,

que con sus manos tristes acaricia su mano;

la muerte sólo encuentra su existencia en los otros:

en los que siguen vivos, creadores de lo cierto.

Nadie muere en sí mismo. Nadie puede acordarse

de cuando estuvo muerto, de cuando ya no aliente;

la muerte es un extraño suceder de otra sangre:

el recuerdo de un soplo que pasó a nuestro lado.

 Nadie sabe su muerte. Los demás la contemplan,

mas a ninguno alcanza poseer la que es suya...

Y latiendo prosigue quien se alberga en la honda

memoria del hermano, del amigo, del hombre.

 Continúa en los otros, y en sí mismo no ha muerto,

aquél a quien reclaman amorosos los vivos.

Quien un peldaño puso materia es de la lluvia

por la que fructifican los dones de la tierra.

 Porque la muerte es nada si conciencia se tiene

de que un pecho plural es el pecho del mundo;

y si a veces un grano de esperanza se angosta,

otro grano se expande para inundar el río.

 Nadie piense que todo con la muerte termina.

Que la vida es eterna, y el tiempo generoso.

Y el pequeño latido que desposó el silencio

lo recogen los otros, y en sí mismo no muere.

  ( deTiempo de siega y Otras yerbas.)

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Teoría del amor

Si el espacio y el tiempo son los pliegues

de la túnica oscura del Destino

que muchos llaman Dios y que separan

todo encuentro posible de dos seres

destinados a unirse

sin que el azar imponga su capricho,

¡con cuánta presunción aquel que ama

y es a su vez amado

se imagina en el vértice del cosmos

en torno al cual los serafines danzan!

Mi amor nació en un tiempo no venido,

y nuestras vidas breves discurrieron

por paralelos cauces; geometría

que nos mantuvo fatalmente al margen

de un final venturoso. ¿Qué otra cosa

sino la vanidad dictó a Romeo

su pasión por Julieta? ¿Sólo en ellos

la copa rebosó de la tragedia?

Mas acaso en el ente colectivo

que llamamos mujer, que hombre nos llaman,

_lo demás es anécdota de un día_

se oculta la verdad: que cada encuentro

causal convierte en carne

y en sangre _eucaristía del sentido_

la comunión total de los humanos;

que en tu reposo, Alicia, cabe toda

la amorosa dialéctica del sexo.

(De La campana y el martillo pagan al caballo blanco)

 

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FAETÓN

A mi hermano en la Poesía

Antonio Hernández

A las cosas pregunta, y así aprende,

del paisaje, que siempre al otro lado

del mar hay una tierra, pues sus ojos

de Gibraltar a Ceuta libres vuelan

desde el terruño blanco;

y que las casas son la tierna herida

por donde sangra el campo;

y que es un juego peligroso el río

y un terror la montaña, y es el árbol

un dulce amigo que a abrazar convida

 y un hermoso diálogo.

Y aprende de otros niños,

el hijo de Clymene, que la mano

de a quien padre respetan es el puerto

y el barco:

la vela airosa para la aventura...

el madero robusto para el náufrago.

Y se contempla como el solo trémolo

que no arrancó algún arco

del pozo antiguo en el que fértil llora

la madera materna, y agraviado

 por la Naturaleza se imagina:

comienza ya a sentirse agua sin vaso;

sin raíces, la rama seca y torva

desgajada del tallo.

Adulto adolescente, niño grave,

cuando del sol conoce que es el vástago

 de implacable destino

y en dominar se esfuerza los caballos

con los que conducir sin extravío

de la vida insumisa el torpe carro,

se le incendia el cerebro, pierde el pulso

su corazón helado...

destroza lo que encuentra cuando vuelve

del luminoso vértigo hasta el páramo

donde todo es penumbra soñolienta,

febril eternidad, silencio manso.

(de Testamento  de Heiligenstadt)

 

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Tiresias

El sentimiento, al despertar, se asombra.

La inteligencia alerta se conmueve.

Si la mano tendida palpa el tacto

de la manzana que los dioses niegan;

si un profundo dolor busca refugio

tras la muralla de la frente propia,

tal vez puedas, hermano,

conocer

lo que el ciego vidente:

aquel que tuvo la sabiduría

para mudar su forma,

curiosidad ambigua y complacida

para cruzar el fuego del espejo.

Quien lo exterior no ve, lo más profundo

consigue vislumbrar; quien de lo antiguo

conoce la semilla,

mirar puede detrás del horizonte

_para los más, opaco_

lo que acecha en las vueltas del camino.

(de Testamento  de Heiligenstadt)

Doble visión de Patroclo

 

Como el hierro a su imán, o como al llanto

de los juncos el rostro de Narciso;

como a la playa el mar lleno de espuma

y un cansancio infinito al retirarse

dejándola en su rito de abandono,

así Patroclo, aqueo de hermosas glebas

(y no al príncipe teucro, domador de caballos,

sino al soldado de su misma patria)

tiende sus brazos con el gesto amable

de la entrega total, y en ellos sueña,

tan ardiente y vivaz, y tan sensible

para la hazaña heroica como Aquiles,

el bravo compañero.

 

Imaginad,

cambiados los paisajes, ido el tiempo,

renqueante

la no siempre en avance, paradójica

carreta de la Historia, cuya rueda

se melló en el camino: acecha el fuego

y el potro descoyunta al hombre mísero.

Y Patroclo recela, y no se atreve,

tal vez ya no recuerda

que su muerte en Ilión fue llanto y cólera,

porque ahora es ceniza, barro y polvo,

prisión y soledad, silencio oblicuo.

 

Y hasta el mar se retira de su pecho.

 

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Si en el lago a la ondina su profunda

cabellera de agua se le enreda

murmurando en tus dedos inocentes

que responder no saben, y se aleja.

O si el aroma azul no te conmueve

y el manantial no buscas en la hierba

donde entregar de bruces tu desmayo

vencedor y vencido por la tierra.

Si a tu lado la tarde es un camino

por donde acuden todos a la fiesta

cuando es mayor la sombra entre tus ojos

y nada te convida, y nada sueñas,

entonces, del silencio, del olvido,

del rechazo, del hambre, de la ofensa,

de tanta sed cuando la mar rebosa,

tal vez surja, algún día, tu poema.

 

 

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POEMILLA DEL OTOÑO

                                                                         Otoño y yo...Y otoño por las hojas ...  José Luis Gallego

Estaba un poco preocupado un arce

cuando salí hace un rato. Atardecía

y el sol difuminaba

su sonrisa lejana en los opacos

matices de la sombra. Sin querer

_por cortés miramiento_ con fijeza

penetrar en la hondura del silencio

que tan vertido a su interior sentía,

pude ver que unas canas prematuras

teñían de amarillo lo que sólo

pocas jornadas antes era un lúbrico,

sonrojante temblor. Nada me dijo

cuando nuestras miradas se cruzaron

con mucha discreción, furtivamente,

pero advertí la tierna simpatía,

quizá más solidaria,

de quien entre sus hojas descubriera

los estragos que el tiempo viene haciendo

lentamente a mi paso. Incluso el sauce,

tan patético siempre, que no puede

lamentar otra cosa que su propia

tristeza,

pareció compartir el sentimiento

de aquél en quien con tanta pesadumbre

mi decadencia gris se traducía...

Mas nadie comentó sino el espléndido

perderse de la luz en la penumbra.

(De Reflejos en el Iowa River)

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COLOQUIO CON UN ÁRBOL

Llegan

_alguna vez será_ la transparente

caricia de la tarde, el airecillo

 travieso como un pájaro que ríe,

 la ondulada

promesa  de la hierba a que me entrego,

y yo ...

(Entonces yo era un preso como tú,

viejo tronco enterrado y que no puedes

huir de mi discurso  

como los compañeros de aquel tiempo ...

 me valdré

de tu paciencia que, si bien se mira,

no demuestra virtud pues obligado

por tus raíces a escucharme vives,

y hablaré

contigo. No te extrañes

 del tono de ebriedad de mis palabras:

es de mayo

la luz que nos rodea con su vuelo,

y el murmullo

del río en libertad añade al ritmo

de mi pecho despierto el de la vida ... )

Viera ...

¡qué poco la paloma que con blanco

volar me dio tu carta

supo

darle a tu voz la gracia de la forma ... !

Ni siquiera

me dijo los colores de tu risa

ni el tono musical de tu cabello

no sé si noche o trigo, ni tampoco

logró expresar el tacto

que cálido imagino como un fresco

temblor de tu regazo constructivo.

Quise

cuanto de ti no sé que me explicara,

 mas ya el azul rompía con su vuelo

cuando de la emocn me sobrepuse.

Árbol amigo y grave

que en silencio me escuchas

 _si no es ese rumor de tu ramaje la imprecisa

manera de contarme tus problemas_,

yo te ruego

(si en tus venas está mi biografía)

que me dejes grabar en tu corteza

el nombre              

de la que, sin saber de mí otra cosa

que la verdad impresa en los papeles

de libros y sumarios,

logró con amistosa iniciativa

fundir la realidad con el deseo.

(de Papeles encontrados por un preso)

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                       a José Esteban    .

 Ya los héroes no visten armadura

ni aprenden el manejo de la lanza,

ni van por los caminos

en busca del amor y las batallas.

Hubo un tiempo quizá, o acaso nunca,

-ni entonces ni mañana-

para los héroes que buscaban sueños

en tanto el campesino alimentaba

la gleba con su sangre

enraizando en la tierra sus entrañas,

y que en sueños y sangre

y una sutil materia se bañaban,

pero no en el sudor de cada día

ni en el quehacer continuo

de cultivar la tierra y abonarla.

Acaso Dulcinea fue un instante

la mujer fatigada de La Mancha,

pero su nombre ahora

es Aldonza Lorenzo: tal se llama.

Ése es su nombre y su destino es ése:

levantarse de sol cada mañana,

trabajar sin descanso todo el día

desde la luz que anuncia la jornada

hasta el primer silencio de la noche,

juntarse con la tierra y fecundarla,

agrietarse las manos contra el viento,

curtirse bajo el sol cada segada,

endurecer su piel bajo la lluvia

y por dentro ser blanda como el agua.

Ya los héroes no visten armadura,

mas no por eso faltan;

si veis con ojos limpios,

es fácil encontrarlos de mañana

cuando van al trabajo o, por la noche,

cuando vuelven cansados a sus casas.

Ya no atacan la paz de los molinos

-son hermanos del pan y el pan les falta-

y apenas tienen tiempo

para soñar con bellas encantadas...

es muy duro el trabajo cada día,

y empieza muy temprano la jornada.

Ya los héroes no visten armadura

-un mono azul es su uniforme y gala-

ni se bañan en sangre de dragones

sino en sudor y grasa.

Pero a veces descienden a la tierra:

al silencioso centro de su entraña

misteriosa y oculta (como Orfeo

en busca de su amada)

y encuentran el grisú entre las tinieblas

o alguna muerte antigua y más lejana.

Ya no buscan el sol como, otro tiempo,

rebelde, Prometeo lo intentara,

pero queman sus ojos y sus manos

mordidos por el oro de las fraguas,

o a Ícaro recuerdan en su vuelo

desde el andamio hasta el dolor, sin alas.

Ya los héroes no visten armadura

ni aprenden el manejo de la lanza,

pero están con nosotros en la tierra

sembrando su sudor y alimentándola.

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CANCION DE CCOO

 Díle a tu hermano,

díle a tu amigo

que se despierte,

que lo esperamos.

Trigal de fuego,

taller de trigo

somos los hombres

que trabajamos.

 Somos el viento

del fuelle obrero,

del campesino,

del estudiante.

Somos tenaces

como el acero,

claros y duros

como el diamante.

 Siempre acudimos

cuando reclama

cualquier esfuerzo

nuestro bregar:

somos un rio

que se derrama

cuando nos quieren

encadenar.

Somos la fuerza,

la unión obrera

con el futuro,

con lo que avanza;

con la cultura

como bandera,

la unión de todos

como una lanza.

 

Somos un árbol,

un bosque somos

donde se abrazan

pueblos enteros.

Somos el pueblo,

nosotros somos

las comisiones

de los obreros.

 

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Y AQUÍ PARA LEER UNA CRÍTICA SOBRE SU LIBRO EL TESTAMENTO DE HEILIGENSTAD

 

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