DON JUAN
Tenorio Parte
primera Acto primero Libertinaje y escándalo Hostería de
Cristófano Buttarelli. Puerta en el fondo que da a la calle: mesas,
jarros y demás utensilios propios de semejante lugar. Escena
primera.
DON JUAN, con antifaz,
sentado a una mesa escribiendo; BUTTARELLI Y CIUTTI, a un lado
esperando. Al levantarse el telón, se ven pasar por la puerta del
fondo Máscaras, Estudiantes y Pueblo con hachones, músicas,
etc.
DON
JUAN. ¡Cuál gritan esos malditos! Pero, ¡mal rayo
me parta si en concluyendo la carta no pagan caros sus
gritos! (Sigue
escribiendo.) BUTTARELLI (A
CIUTTI) Buen carnaval. CIUTTI (A
BUTTARELLI.) Buen agosto para rellenar la
arquilla. BUTTARELLI. ¡Quia! Corre ahora por Sevilla poco gusto y mucho mosto. Ni
caen aquí buenos peces, que son cosas mal miradas por gentes
acomodadas y atropelladas a veces. CIUTTI: Pero hoy... BUTTARELLI. Hoy no entra en
la cuenta, Ciutti, se ha hecho buen trabajo. CIUTTI: ¡Chist! Habla un poco más
bajo, que mi señor se impacienta pronto. BUTTARELLI. ¿A su servicio
estás? CIUTTI: Ya
ha un año. BUTTARELLI. ¿Y qué tal te sale? CIUTTI: No hay prior que se me iguale; tengo
cuanto quiero y más. Tiempo libre, bolsa llena, buenas mozas y buen
vino. BUTTARELLI.
¡Cuerpo de tal, qué destino! CIUTTI: (Señalando a DON
DON JUAN.) Y todo ello a costa ajena. BUTTARELLI. ¿Rico,
eh? CIUTTI: Varea
la plata. BUTTARELLI. ¿Franco? CIUTTI: Como un estudiante. BUTTARELLI. ¿Y noble? CIUTTI: Como un
infante. BUTTARELLI. ¿Y bravo? CIUTTI: Como un pirata. BUTTARELLI. ¿Español? CIUTTI: Creo que
sí. BUTTARELLI.
¿Su nombre? CIUTTI: Lo ignoro en suma. BUTTARELLI. ¡Bribón! ¿Y dónde
va? CIUTTI:
Aquí. BUTTARELLI.
Largo plumea. CIUTTI: Es gran pluma. BUTTARELLI. ¿Y a quién mil diablos
escribe tan cuidadoso y prolijo? CIUTTI: A su padre. BUTTARELLI. ¡Vaya un
hijo! CIUTTI:
Para el tiempo en que se vive, es un hombre extraordinario. Mas
silencio. DON JUAN. (Cerrando la carta.) Firmo y
plego. ¿Ciutti? CIUTTI ¿Señor? DON JUAN. Este pliego irá dentro del orario en que reza doña
Inés a sus manos a parar. CIUTTI: ¿Hay respuesta que
aguardar? DON JUAN. De el diablo con guardapiés que la asiste, de su dueña,
que mis intenciones sabe, recogerás una llave, una hora y una
seña: y más ligero que el viento aquí otra vez. CIUTTI: Bien está. (Vase.)
Escena
II DON JUAN,
BUTTARELLI
DON
JUAN. Cristófano, vieni quá BUTTARELLI.
Eccellenza! DON JUAN. Senti. BUTTARELLI. Sento. Ma ho imparato il
castigliano, se è più facile al signor la sua
lingua... DON JUAN. Sí, es mejor; lascia dunque il tuo toscano, y dime: ¿DON
LUIS Mejía ha venido hoy? BUTTARELLI. Excelencia, no está en
Sevilla. DON JUAN. ¿Su ausencia dura en verdad todavía? BUTTARELLI. Tal
creo. DON JUAN.
¿Y noticia alguna no tienes de él? BUTTARELLI. ¡Ah! Una historia me viene ahora
a la memoria que os podrá dar... DON JUAN. ¿Oportuna luz sobre el
caso? BUTTARELLI.
Tal vez. DON JUAN. Habla, pues. BUTTARELLI. (Hablando
consigo mismo.) No, no me engaño: esta noche cumple el
año, lo había olvidado. DON
JUAN. ¡Pardiez! ¿Acabarás con tu cuento?
BUTTARELLI. Perdonad, señor: estaba recordando el
hecho. DON JUAN
¡Acaba, vive Dios!, que me impaciento. BUTTARELLI. Pues es el caso señor, que el
caballero Mejía por quien preguntáis, dio un día en la ocurrencia
peor que ocurrírsele podía. DON
JUAN. Suprime lo al hecho extraño; que apostaron me
es notorio a quien haría en un año, con más fortuna, más
daño, DON LUIS Mejía y DON JUAN Tenorio. BUTTARELLI. ¿La historia
sabéis? DON JUAN.
Entera; por eso te he preguntado por Mejía. BUTTARELLI. ¡Oh! Me pluguiera
que la apuesta se cumpliera, que pagan bien y al
contado. DON JUAN. ¿Y no tienes confianza en que DON LUIS a esta
cita acuda? BUTTARELLI. ¡Quia! Ni esperanza: el fin del plazo se avanza, y estoy
cierto que maldita la memoria que ninguno guarda de
ello. DON JUAN.
Basta ya. Toma. BUTTARELLI. ¡Excelencia!
(Saluda profundamente.) ¿Y de alguno de ellos sabéis
vos? DON JUAN.
Quizá. BUTTARELLI. ¿Vendrán, pues? DON
JUAN. Al menos uno; mas por si acaso los
dos dirigen aquí sus huellas el uno del otro en pos, tus dos
mejores botellas prevénles. BUTTARELLI. Mas... DON JUAN. ¡Chito!...
Adiós.
Escena
III
BUTTARELLI ¡Santa Madonna! De
vuelta Mejía y Tenorio están sin duda... y recogerán los dos la
palabra suelta. ¡Oh!, sí; ese hombre tiene traza de saberlo a fondo,
(Ruido dentro.) ¿Pero qué es esto?
(Se asoma a la puerta.) ¡Anda! ¡El
forastero está riñendo en la plaza! ¡Válgame Dios! ¡Qué
bullicio! ¡Cómo se le arremolina chusma... ¡Y cómo la acoquina él
solo... ¡Puf! ¡Qué estropicio! ¡Cuál corren delante de él! No hay
duda, están en Castilla los dos, y anda ya Sevilla toda revuelta,
¡Miguel!
Escena
IV BUTTARELLI, MIGUEL
MIGUEL Che comanda? BUTTARELLI. Presto, qui servi
una tavola, amico: e del Lacryma più antico porta due
bottiglie. MIGUEL
Si, signor padron. BUTTARELLI. Micheletto, apparecchia in
carità lo più ricco che si fa: affrettati! MIGUEL Già mi
affretto, signor padrone. (Vase.)
Escena
V BUTTARELLI, DON GONZALO
DON
GONZALO: Aquí es. ¿Patrón? BUTTARELLI. ¿Qué se
ofrece? DON GONZALO: Quiero hablar con el hostelero. BUTTARELLI. Con él habláis; decid, pues.
DON GONZALO:
¿Sois vos? BUTTARELLI. Sí; mas despachad, que estoy de priesa. DON GONZALO: En tal caso, ved
si es cabal y de paso esa dobla, y contestad. BUTTARELLI. ¡Oh,
excelencia! DON GONZALO: ¿Conocéis a don Don Juan
Tenorio? BUTTARELLI. Sí. DON GONZALO: ¿Y es cierto que tiene aquí hoy
una cita? BUTTARELLI. ¡Oh! ¿Seréis vos el otro? DON GONZALO: ¿Quién? BUTTARELLI. DON LUIS. DON GONZALO: No; pero estar me interesa en su entrevista. BUTTARELLI. Esta mesa les
preparo; si os servís en esotra colocaros, podréis presenciar la
cena que les daré... ¡Oh! Será escena que espero que ha de
admiraros. DON GONZALO: Lo creo. BUTTARELLI. Son, sin disputa, los dos mozos
más gentiles de España. DON
GONZALO: Sí, y los más
viles también. BUTTARELLI. ¡Bah! Se les imputa cuanto malo
se hace hoy día; mas la malicia lo inventa, pues nadie paga su
cuenta como Tenorio y Mejía. DON
GONZALO: ¡Ya! BUTTARELLI. Es afán de murmurar, porque
conmigo, señor, ninguno lo hace mejor, y bien lo puedo
jurar. DON GONZALO: No es necesario: mas... BUTTARELLI. ¿Qué? DON GONZALO: Quisiera yo ocultamente
verlos, y sin que la gente me reconociera. BUTTARELLI. A
fe que eso es muy fácil, señor. Las fiestas de carnaval, al
hombre más principal permiten, sin deshonor de su linaje,
servirse de un antifaz, y bajo él, ¿quién sabe, hasta
descubrirse, de qué carne es el pastel? DON GONZALO: Mejor fuera en
aposento contiguo... BUTTARELLI. Ninguno
cae aquí. DON GONZALO: Pues entonces, trae el antifaz. BUTTARELLI. Al momento.
Escena
VI
DON
GONZALO No cabe en mi corazón que tal hombre
pueda haber, y no quiero cometer con él una sinrazón. Yo mismo
indagar prefiero la verdad..., mas, a ser cierta la apuesta,
primero muerta que esposa suya la quiero. No hay en la tierra
interés que, si la daña, me cuadre; primero seré buen padre,
buen caballero después. Enlace es de gran ventaja, mas no quiero
que Tenorio del velo del desposorio la recorte una mortaja.
Escena VII DON
GONZALO; BUTTARELLI, que trae un antifaz
BUTTARELLI. Ya está aquí. DON GONZALO: Gracias,
patrón: ¿Tardarán mucho en llegar? BUTTARELLI. Si vienen no han de
tardar: cerca de las ocho son. DON
GONZALO: ¿Ésa es hora señalada? BUTTARELLI. Cierra el plazo, y es
asunto de perder, quien no esté a punto de la primer
campanada. DON GONZALO.Quiera Dios que sea una
chanza, y no lo que se murmura. BUTTARELLI. No tengo aún por muy segura de
que cumplan, la esperanza; pero si tanto os importa lo que ello sea
saber, pues la hora está al caer, la dilación es ya
corta. DON GONZALO: Cúbrome, pues, y me siento. (Se sienta
en una mesa a la derecha y se pone el antifaz.) BUTTARELLI. (Curioso el viejo me
tiene del misterio con que viene... Y no me quedo contento hasta
saber quién es él.) (Limpia y trajina, mirándole
de reojo.) DON
GONZALO: (¡Que un hombre como yo tenga que
esperar aquí, y se avenga con semejante papel! En fin, me importa el
sosiego de mi casa, y la ventura de una hija sencilla y pura, y
no es para echarlo a juego.)
Escena
VIII DON GONZALO, BUTTARELLI; DON
DIEGO, a la puerta del fondo.
DON DIEGO. La seña está terminante, aquí es:
bien me han informado; llego, pues. BUTTARELLI. ¿Otro embozado? DON DIEGO. ¿Ha de esta
casa? BUTTARELLI.
Adelante. DON DIEGO.
¿La hostería del Laurel? BUTTARELLI. En ella estáis,
caballero. DON DIEGO.
¿Está en casa el hostelero? BUTTARELLI. Estáis hablando con
él. DON DIEGO. ¿Sois vos Buttarelli? BUTTARELLI. Yo. DIEGO. ¿Es verdad que hoy
tiene aquí Tenorio una cita? BUTTARELLI. Sí. DON DIEGO. ¿Y ha acudido a ella? BUTTARELLI. No. DON DIEGO. Pero ¿acudirá?
BUTTARELLI. No sé. DON DIEGO. ¿Le esperáis vos? BUTTARELLI. Por si acaso venir
le place. DON DIEGO.
En tal caso, yo también le esperaré. (Se
sienta en el lado opuesto a DON GONZALO.) BUTTARELLI. ¿Que os sirva vianda alguna queréis
mientras? DON DIEGO.
No: tomad. (Dale dinero.) BUTTARELLI.
Excelencia! DON DIEGO. Y excusad conversación
importuna. BUTTARELLI. Perdonad. DON DIEGO. Vais perdonado: dejadme, pues. BUTTARELLI. (¡Jesucristo! En toda mi vida
he visto hombre más mal humorado.) DON DIEGO. (¡Que un hombre de mi
linaje descienda a tan ruin mansión! Pero no hay humillación a
que un padre no se baje por un hijo. Quiero ver por mis ojos la
verdad y el monstruo de liviandad a quien pude dar el ser.)
(BUTTARELLI, que anda arreglando sus trastos,
contempla desde el fondo a DON GONZALO y a DON DIEGO, que permanecerán
embozados y en silencio.) BUTTARELLI. ¡Vaya un par de hombres
de piedra! Para éstos sobra mi abasto: mas, ¡pardiez!, pagan el
gasto que no hacen, y así se medra.
Escena
IX BUTTARELLI, DON GONZALO, DON DIEGO, EL CAPITÁN CENTELLAS, DOS
CABALLEROS, AVELLANEDA
AVELLANEDA. Vinieron, y os aseguro que se
efectuará la apuesta. CAPITÁN
CENTELLAS. Entremos, pues.
¡Buttarelli! BUTTARELLI. Señor capitán Centellas, ¿vos por aquí? CAPITÁN CENTELLAS. Sí,
Cristófano. ¿Cuándo aquí, sin mi presencia, tuvieron lugar las
orgías que han hecho raya en la época? BUTTARELLI. Como ha tanto tiempo ya que no
os he visto... CAPITÁN
CENTELLAS. Las guerras del emperador, a Túnez
me llevaron; mas mi hacienda me vuelve a traer a Sevilla; y,
según lo que me cuentan, llego lo más a propósito para renovar
añejas amistades. Conque apróntanos luego unas cuantas
botellas, y en tanto que humedecemos la garganta,
verdadera relación haznos de un lance sobre el cual hay
controversia. BUTTARELLI.
Todo se andará; mas antes dejadme ir a la
bodega. VARIOS.
Sí, sí.
Escena
X DICHOS, menos BUTTARELLI
CAPITÁN CENTELLAS. Sentarse, señores, y que
siga Avellaneda con la historia de DON LUIS. AVELLANEDA. No hay ya más que
decir de ella, sino que creo imposible que la de Tenorio sea más
endiablada, y que apuesto por DON LUIS. CAPITÁN CENTELLAS. Acaso pierdas. Don Juan Tenorio se sabe que es la más mala cabeza del
orbe, y no hubo hombre alguno que aventajarle pudiera con sólo
su inclinación; ¿conque qué hará si se empeña? AVELLANEDA. Pues yo sé bien que
Mejía las ha hecho tales, que a ciegas se puede apostar por él.
CAPITÁN CENTELLAS. Pues el capitán Centellas pone por don Juan Tenorio cuanto tiene. AVELLANEDA. Pues se acepta por DON LUIS, que
es muy mi amigo. CAPITÁN
CENTELLAS. Pues todo en contra se arriesga; porque
no hay como Tenorio otro hombre sobre la tierra, y es proverbia su
fortuna y extremadas sus empresas.
Escena
XI DICHOS, BUTTARELLI,
con botellas
BUTTARELLI. Aquí hay Falerno, Borgoña,
Sorrento. CAPITÁN CENTELLAS. De lo que
quieras sirve, Cristófano, y dinos: ¿qué hay de cierto en
una apuesta por don Juan Tenorio ha un año y
DON LUIS Mejía hecha? BUTTARELLI. Señor capitán, no sé tan a fondo
la materia que os pueda sacar de dudas, pero diré lo que
sepa. VARIOS.
Habla, habla. BUTTARELLI. Yo, la verdad, aunque fue en mi casa mesma la cuestión
entre ambos, como pusieron tan larga fecha a su plazo, creí
siempre que nunca a efecto viniera; así es, que ni aun me
acordaba de tal cosa a la hora de ésta. Mas esta tarde, sería el
anochecer apenas, entróse aquí un caballero pidiéndome que le
diera recado con que escribir una carta: y a sus letras atento no
más, me dio tiempo a que charla metiera con un paje que
traía, paisano mío, de Génova. No saqué nada del paje, que es,
¡por Dios!, muy brava pesca; mas cuando su amo acababa su carta,
le envió con ella a quien iba dirigida. El caballero, en mi
lengua me habló, y me pidió noticias de DON LUIS. Dijo que entera
sabía de ambos la historia, y que tenía certeza de que al menos
uno de ellos acudiría a la apuesta. Yo quise saber más de él,
mas púsome dos monedas de oro en la mano, diciéndome así, como a
la deshecha: «Y por si acaso los dos al tiempo aplazado llegan,
ten prevenidas para ambos tus dos mejores botellas.» Largóse sin
decir más, y yo, atento a sus monedas, les puse en el mismo sitio
donde apostaron, la mesa. Y vedla allí con dos sillas, dos copas
y dos botellas. AVELLANEDA. Pues, señor, no hay que
dudar; era DON LUIS. CAPITÁN
CENTELLAS. Don Juan
era. AVELLANEDA.
¿Tú no le viste la cara? BUTTARELLI. ¡Si la traía cubierta con un
antifaz! CAPITÁN
CENTELLAS. Pero, hombre, ¿tú a los dos no les
recuerdas? ¿O no sabes distinguir a las gentes por sus señas lo
mismo que por sus caras? BUTTARELLI. Pues confieso mi torpeza; no le
supe conocer, y lo procuré de veras. Pero silencio. AVELLANEDA. ¿Qué
pasa? BUTTARELLI.
A dar el reloj comienza los cuartos para las
ocho. (Dan.) CAPITÁN CENTELLAS. Ved, ved la gente que se
entra. AVELLANEDA. Como que está de este lance curiosa Sevilla
entera.
(Se oyen dar
las ocho; varias personas entran y se reparten en silencio por la
escena; al dar la última campanada, DON JUAN, con antifaz, se llega
a la mesa que ha preparado BUTTARELLI en el centro del escenario, y se
dispone a ocupar una de las dos sillas que están delante de ella.
Inmediatamente después de él, entra DON LUIS, también con antifaz, y
se dirige a la otra. Todos los miran)
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Escena
XII DON DIEGO, DON GONZALO, DON DON JUAN, DON LUIS, BUTTARELLI,
CENTELLAS, AVELLANEDA, CABALLEROS, CURIOSOS,
ENMASCARADOS
AVELLANEDA. (A
CENTELLAS, por DON JUAN.) Verás aquél, si ellos
vienen, qué buen chasco que se lleva. CAPITÁN CENTELLAS (A
AVELLANEDA, por DON LUIS.) Pues allí va otro a ocupar la otra
silla: ¡uf!, ¡aquí es ella! DON
JUAN. (A DON LUIS.) Esa
silla está comprada, hidalgo. DON LUIS. (A DON
JUAN.) Lo mismo digo, hidalgo; para un amigo tengo yo esotra
pagada. DON JUAN.
Que ésta es mía haré notorio. DON
LUIS.
Y yo también que ésta es mía. DON JUAN. Luego, sois DON LUIS
Mejía. DON LUIS.
Seréis, pues, don Juan Tenorio. DON JUAN. Puede
ser. DON LUIS. Vos lo
decís. DON JUAN.
¿No os fiáis? DON LUIS. No. DON JUAN. Yo tampoco.
DON LUIS. Pues no
hagamos más el coco. DON
JUAN. Yo soy don Juan. (Quitándose la
máscara.) DON LUIS. Yo DON LUIS. (Íd.)
(Se descubren y se sientan. EL CAPITÁN CENTELLAS, AVELLANEDA,
BUTTARELLI y algunos otros se van a ellos y les saludan, abrazan y dan
la mano, y hacen otras semejantes muestras de cariño y amistad. DON
DON JUAN Y DON LUIS las aceptan
cortésmente.) CAPITÁN
CENTELLAS. ¡Don Juan! AVELLANEDA. ¡DON LUIS! DON JUAN.
¡Caballeros! DON LUIS. ¡Oh, amigos! ¿Qué dicha es
ésta? AVELLANEDA.
Sabíamos vuestra apuesta, y hemos acudido a veros. DON LUIS. Don Juan y yo tal bondad en mucho os
agradecemos. DON JUAN. El tiempo no malgastemos, DON LUIS. (A
los otros.) Sillas arrimad. (A
los que están lejos.) Caballeros, yo supongo que a ucedes
también aquí les trae la apuesta, y por mí a antojo tal no me
opongo. DON LUIS. Ni
yo; que aunque nada más fue el empeño entre los dos, no ha de
decirse ¡por Dios! que me avergonzó jamás. DON JUAN. Ni a mí, que el orbe es
testigo de que hipócrita no soy, pues por doquiera que voy va el
escándalo conmigo. DON LUIS. ¡Eh! Y esos dos ¿no se llegan a escuchar? Vos. (Por DON DIEGO y DON GONZALO.) DON DIEGO. Yo estoy
bien. DON LUIS. ¿Y
Vos? DON GONZALO:
De aquí oigo también. DON LUIS. Razón tendrán si se niegan.
(Se sientan todos alrededor de la mesa en que están DON LUIS
MEJÍA y DON DON JUAN TENORIO.) DON JUAN. ¿Estamos
listos? DON LUIS.
Estamos DON JUAN.
Como quien somos cumplimos. DON LUIS. Veamos, pues, lo que
hicimos. DON JUAN. Bebamos antes. DON LUIS. Bebamos. (Lo
hacen.) DON
JUAN. La apuesta fue... DON LUIS. Porque un día dije que en España
entera no habría nadie que hiciera lo que hiciera DON LUIS
Mejía. DON JUAN.
Y siendo contradictorio al vuestro mi parecer, yo os dije: Nadie
hade hacer lo que hará don Juan Tenorio. ¿No es
así? DON LUIS. Sin
duda alguna: y vinimos a apostar quién de ambos sabría
obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un
año; juntándonos aquí hoy a probarlo DON JUAN. Y aquí
estoy.
DON LUIS. Y yo. CAPITÁN CENTELLAS. ¡Empeño bien
extraño, por vida mía! DON
JUAN. Hablad, pues. DON LUIS. No, vos debéis empezar. DON JUAN. Como gustéis, igual
es, que nunca me hago esperar. Pues, señor, yo desde
aquí, buscando mayor espacio para mis hazañas, di sobre Italia,
porque allí tiene el placer un palacio. De la guerra y del
amor antigua y clásica tierra, y en ella el emperador, con ella y
con Francia en guerra, díjeme: «¿Dónde mejor? Donde hay soldados
hay juego, hay pendencias y amoríos.» Di, pues, sobre Italia
luego, buscando a sangre y a fuego amores y desafíos. En Roma, a
mi apuesta fiel, fijé, entre hostil y amatorio, en mi puerta este
cartel: «Aquí está don Juan Tenorio para quien
quiera algo de él.» De aquellos días la historia a relataros
renuncio: remítome a la memoria que dejé allí, y de mi
gloria podéis juzgar por mi anuncio. Las romanas,
caprichosas, las costumbres, licenciosas, yo, gallardo y
calavera: ¿quién a cuento redujera mis empresas amorosas? Salí
de Roma, por fin, como os podéis figurar: con un disfraz harto
ruin, y a lomos de un mal rocín, pues me querían ahorcar. Fui al
ejército de España; mas todos paisanos míos, soldados y en tierra
extraña, dejé pronto su compaña tras cinco o seis desafíos.
Nápoles, rico vergel de amor, de placer emporio, vio en mi
segundo cartel: «Aquí está don Juan Tenorio, y
no hay hombre para él . Desde la princesa altiva a la que pesca en
ruin barca, no hay hembra a quien no suscriba; y a cualquier empresa
abarca, si en oro o valor estriba. Búsquenle los
reñidores; cérquenle los jugadores; quien se precie que le
ataje, a ver si hay quien le aventaje en juego, en lid o en amores.»
Esto escribí; y en medio año que mi presencia gozó Nápoles, no
hay lance extraño, no hay escándalo ni engaño en que no me hallara
yo. Por donde quiera que fui, la razón atropellé, la virtud
escarnecí, a la justicia burlé, y a las mujeres vendí. Yo a las
cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé, y
en todas partes dejé memoria amarga de mí. Ni reconocí
sagrado, ni hubo ocasión ni lugar por mi audacia respetado; ni en
distinguir me he parado al clérigo del seglar. A quien quise
provoqué, con quien quiso me batí, y nunca consideré que pudo
matarme a mí aquel a quien yo maté. A esto don Juan
se arrojó, y escrito en este papel está cuanto
consiguió: y lo que él aquí escribió, mantenido está por él.
DON LUIS. Leed,
pues. DON JUAN.
No; oigamos antes vuestros bizarros extremos, y si traéis
terminantes vuestras notas comprobantes, lo escrito cotejaremos.
DON LUIS. Decís
bien; cosa es que está, don Juan , muy puesta en
razón; aunque, a mi ver, poco irá de una a otra
relación. DON JUAN. Empezad, pues. DON LUIS. Allá va. Buscando yo, como vos, a
mi aliento empresas grandes, dije: « ¿Dó iré, ¡vive Dios!, de amor y
lides en pos, que vaya mejor que a Flandes? Allí, puesto que
empeñadas guerras hay, a mis deseos habrá al par
centuplicadas ocasiones extremadas de riñas y galanteos.» Y en
Flandes conmigo di, mas con tan negra fortuna, que al mes de
encontrarme allí todo mi caudal perdí, dobla a dobla, una por una.
En tan total carestía mirándome de dineros, de mí todo el mundo
huía; mas yo busqué compañía y me uní a unos bandoleros. Lo
hicimos bien, ¡voto a tal!, y fuimos tan adelante, con suerte tan
colosal, que entramos a saco en Gante el palacio episcopal. ¡Qué
noche! Por el decoro de la Pascua, el buen Obispo bajó a presidir el
coro, y aún de alegría me crispo al recordar su tesoro. Todo
cayó en poder nuestro: mas mi capitán, avaro, puso mi parte en
secuestro: reñimos, fui yo más diestro, y le crucé sin reparo.
Jurome al punto la gente capitán, por más
valiente: jureles yo amistad franca: pero a la
noche siguiente huí, y les dejé sin blanca. Yo me acordé del
refrán de que quien roba al ladrón ha cien años de perdón, y me
arrojé a tal desmán mirando a mi salvación. Pasé a Alemania
opulento: mas un provincial jerónimo, hombre de mucho talento, me
conoció, y al momento me delató en un anónimo, Compré a fuerza de
dinero la libertad y el papel; y topando en un sendero al fraile,
le envié certero una bala envuelta en él. Salté a Francia. ¡Buen
país!, y como en Nápoles vos, puse un cartel en París diciendo:
«Aquí hay un DON LUIS que vale lo menos dos. Parará aquí algunos
meses, Y no trae más intereses ni se aviene a más empresas, que a
adorar a las francesas y a reñir con los franceses.» Esto escribí;
y en medio año que mí presencia gozó París, no hubo lance
extraño, ni hubo escándalo ni daño donde no me hallara yo. Mas,
como don DON JUAN, mi historia también a alargar renuncio; que
basta para mi gloria la magnífica memoria que allí dejé con mi
anuncio. Y cual vos, por donde fui la razón atropellé, la virtud
escarnecí, a la justicia burlé, y a las mujeres vendí. Mi
hacienda llevo perdida tres veces: mas se me antoja reponerla, y me
convida mi boda comprometida con doña Ana de Pantoja. Mujer muy
rica me dan, y mañana hay que cumplir los tratos que hechos
están; lo que os advierto, don Juan, por si
queréis asistir. A esto DON LUIS se arrojó, y escrito en este
papel está lo que consiguió: y lo que él aquí escribió, mantenido
está por él. DON JUAN. La historia es tan semejante que está en el fiel la
balanza, mas vamos a lo importante, que es el guarismo a que
alcanza el papel: conque adelante. DON LUIS. Razón tenéis, en verdad. Aquí está el
mío: mirad, por una línea apartados traigo los nombres
sentados, para mayor claridad. DON JUAN. Del mismo modo arregladas mis
cuentas traigo en el mío: en dos líneas separadas, los muertos en
desafío, y las mujeres burladas. Contad. DON LUIS. Contad. DON JUAN. Veinte y
tres. DON LUIS. Son
los muertos. A ver vos. ¡Por la cruz de San Andrés! Aquí sumo
treinta y dos. DON JUAN. Son los muertos. DON LUIS. Matar es. DON JUAN. Nueve os llevo. DON LUIS. Me vencéis. Pasemos a
las conquistas. DON JUAN. Sumo aquí cincuenta y seis. DON LUIS. Y yo sumo en vuestras listas setenta y
dos. DON JUAN.
Pues perdéis. DON LUIS. ¡Es increíble, don ! DON
JUAN. Si lo dudáis, apuntados los testigos ahí
están, que si fueren preguntados os lo testificarán. DON LUIS. ¡Oh! Y vuestra lista es
cabal. DON JUAN.
Desde una princesa real a la hija de un pescador, ¡oh!, ha recorrido
mi amor toda la escala social. ¿Tenéis algo que
tachar? DON LUIS.
Sólo una os falta en justicia. DON
JUAN. ¿Me la podéis señalar? DON LUIS. Sí, por cierto: una
novicia que esté para profesar. DON JUAN. ¡Bah! Pues yo os
complaceré doblemente, porque os digo que a la novicia uniré la
dama de algún amigo que para casarse esté. DON LUIS. ¡Pardiez, que sois
atrevido! DON JUAN. Yo os lo apuesto si queréis. DON LUIS. Digo que acepto el partido. Para darlo
por perdido, ¿queréis veinte días? DON JUAN. Seis. DON LUIS. ¡Por Dios, que sois
hombre extraño! ¿cuántos días empleáis en cada mujer que
amáis? DON JUAN.
Partid los días del año entre las que ahí encontráis. Uno para
enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos
para sustituirlas y una hora para olvidarlas. Pero, la verdad a
hablaros, pedir más no se me antoja, porque, pues vais a
casaros, mañana pienso quitaros a doña Ana de Pantoja.
DON LUIS. Don Juan, ¿qué es lo que decís? DON JUAN. DON LUIS, lo que oído
habéis. DON LUIS.
Ved, don Juan lo que emprendéis. DON JUAN. Lo que he de lograr,
DON LUIS. DON LUIS.
¿Gastón? (Llamando.) GASTÓN. ¿Señor? DON LUIS. Ven acá. (Habla DON LUIS en secreto con GASTÓN y éste se va
precipitadamente.) DON JUAN.
¿Ciutti? CIUTTI:
¿Señor? DON JUAN.
Ven aquí. (DON DON JUAN habla en secreto con
CIUTTI, y éste se va precipitadamente.) DON LUIS. ¿Estáis en lo
dicho? DON JUAN.
Sí. DON LUIS. Pues va
la vida. DON JUAN. Pues va. (DON GONZALO, levantándose de la mesa en que ha permanecido
inmóvil durante la escena anterior, se afronta con DON JUAN y DON LUIS.) DON
GONZALO: ¡Insensatos! ¡Vive Dios que a no temblarme
las manos a palos, como a villanos, os diera muerte a los
dos! DON LUIS.
Veamos. DON GONZALO: Excusado es, que he vivido lo bastante para no estar
arrogante donde no puedo. DON
JUAN. Idos, pues, DON GONZALO: Antes, don Juan, de salir de donde oírme podáis, es necesario
que oigáis lo que os tengo que decir. Vuestro buen padre don
Diego, porque pleitos acomoda, os apalabró una boda que iba a
celebrarse luego; pero por mí mismo yo, lo que erais queriendo
ver, vine aquí al anochecer, y el veros me
avergonzó. DON JUAN. ¡Por Satanás, viejo insano, que no sé cómo he tenido calma
para haberte oído sin asentarte la mano! Pero di pronto quién
eres, porque me siento capaz de arrancarte el antifaz con el
alma que tuvieres. DON
GONZALO: ¡Don Juan! DON
JUAN. ¡Pronto! DON GONZALO: Mira, pues. DON JUAN. ¡Don
Gonzalo! DON GONZALO: El mismo soy. Y adiós, don Juan: mas
desde hoy no penséis en doña Inés. Porque antes que
consentir en que se case con vos, el sepulcro, ¡juro a Dios!, por
mi mano la he de abrir. DON
JUAN. Me hacéis reír, don Gonzalo; pues venirme a
provocar, es como ir a amenazar a un león con un mal palo. Y pues
hay tiempo, advertir os quiero a mi vez a vos, que o me la dais, o
¡por Dios, que a quitárosla he de ir! DON GONZALO: ¡Miserable! DON JUAN. Dicho está: sólo una
mujer como ésta me falta para mi apuesta; ved, pues, que apostada
va. (DON DIEGO levantándose de la mesa en que ha
permanecido encubierto mientras la escena anterior, baja al centro de
la escena, encarándose con DON JUAN.) DON DIEGO. No puedo más
escucharte, vil don Juan, porque recelo que hay
algún rayo en el cielo preparado a aniquilarte. ¡Ah...! No pudiendo
creer lo que de ti me decían, confiando en que mentían, te vine
esta noche a ver. Pero te juro, malvado, que me pesa haber
venido para salir convencido de lo que es para ignorado. Sigue,
pues, con ciego afán en tu torpe frenesí, mas nunca vuelvas a
mí; no te conozco, don Juan. DON JUAN. ¿Quién nunca a ti se
volvió, ni quién osa hablarme así, ni qué se me importa a mí que
me conozcas o no? DON DIEGO. Adiós, pues: mas no te olvides de que hay un Dios
justiciero. DON JUAN. Ten. (Deteniéndole.) DON DIEGO. ¿Qué quieres? DON JUAN. Verte quiero. DIEGO. Nunca, en vano me lo pides.
DON JUAN.
¿Nunca? DON DIEGO.
No. DON JUAN.
Cuando me cuadre. DON DIEGO. ¿Cómo? DON JUAN. Así. (Le arranca el
antifaz.) TODOS. ¡Don Juan! DON DIEGO. ¡Villano! ¡Me has puesto en la faz
la mano! DON JUAN. ¡Válgame Cristo, mi padre! DON DIEGO. Mientes, no lo fui
jamás. DON JUAN.
¡Reportaos, con Belcebú! DON DIEGO. No, los hijos como tú son hijos de
Satanás. Comendador, nulo sea lo hablado. DON GONZALO: Ya lo es por mí;
vamos. DON DIEGO.
Sí, vamos de aquí donde tal monstruo no vea. Don Juan
, en brazos del vicio desolado te abandono: me matas..., mas
te perdono de Dios en el santo juicio. (Vanse poco a poco DON DIEGO y DON
GONZALO.) DON
JUAN. Largo el plazo me ponéis: mas ved que os
quiero advertir que yo no os he ido a pedir jamás que me perdonéis.
Conque no paséis afán de aquí en adelante por mí, que como vivió
hasta aquí, vivirá siempre don Juan
Escena
XIII DON DON JUAN, DON LUIS, CENTELLAS,
AVELLANEDA, BUTTARELLI, CURIOSOS, MÁSCARAS DON JUAN. ¡Eh! Ya salimos del
paso: y no hay que extrañar la homilia; son pláticas de
familia, de las que nunca hice caso. Conque lo dicho, DON LUIS, van doña Ana y doña Inés en apuesta. DON LUIS. Y el precio es la
vida. DON JUAN.
Vos lo decís: vamos. DON LUIS. Vamos. (Al
salir se presenta una ronda, que les detiene.)
Escena
XIV DICHOS, UNA RONDA DE ALGUACILES ALGUACIL. ¡Alto allá! ¿Don
Juan Tenorio? DON JUAN. Yo soy. ALGUACIL. Sed preso. DON JUAN. ¿Soñando estoy?
¿Por qué? ALGUACIL. Después lo verá. DON LUIS (Acercándose a DON
JUAN y riéndose.) Tenorio no lo extrañéis, pues mirando a
lo apostado, mi paje os ha delatado, para que vos no ganéis.
DON JUAN. ¡Hola!
Pues no os suponía con tal despejo, ¡pardiez! DON LUIS. Id, pues, que por esta
vez, don Juan, la partida es mía. DON JUAN. Vamos,
pues. (Al salir, les detiene otra ronda que
entra en la escena.)
Escena
XV DICHOS, UNA RONDA ALGUACIL. (Que
entra.) ¡Ténganse allá! ¿DON LUIS Mejía? DON LUIS. Yo soy. ALGUACIL. Sed
preso. DON LUIS.
¿Soñando estoy? ¡Yo preso! DON
JUAN. (Soltando la
carcajada.) ¡Ja, ja, ja, ja! Mejía, no lo
extrañéis, pues mirando a lo apostado, mi paje os ha
delatado para que no me estorbéis. DON LUIS. Satisfecho quedaré aunque ambos
muramos. DON JUAN.
Vamos. Conque, señores, quedamos en que la
apuesta está en pie. (Las rondas se llevan a DON
JUAN y a DON LUIS; muchos los siguen. EL CAPITÁN CENTELLAS, AVELLANEDA
y sus amigos, quedan en la escena mirándose unos a
otros.)
Escena XVI EL
CAPITÁN CENTELLAS, AVELLANEDA, CURIOSOS AVELLANEDA. ¡Parece un juego
ilusorio! CAPITÁN
CENTELLAS. ¡Sin verlo no lo creería! AVELLANEDA. Pues yo apuesto por
Mejía. CAPITÁN CENTELLAS. Y yo pongo por
Tenorio. [...] |